Antonella:

Este hombre maravilloso me acurruca contra su pecho, y aprovecho de sacar toda la angustia que me embarga.

—Es que..., es que soy fea —logro decir—, y hoy más que nunca con este vestido. No sé qué hacer para verme mejor, de verdad ya no sé qué hacer y, mírate, eres tan hermoso.

—Pero ¿por qué dices eso? —cuestiona confundido—, tú eres hermosa, y esta noche estás espectacular.

—¡No mientas! Eso no es cierto...

—¡No miento! No tengo porqué hacerlo.

—Bruno me ha dicho que me veo fea, que yo no sirvo para ponerme este tipo de vestidos, que prácticamente no tengo arreglo..., y es verdad.

—¡No! —exclama horrorizado—. ¿No te das cuenta de que te lo ha dicho para sembrar inseguridad?

—No, yo soy fea.

—¡Mírame! ¿A quién le creerás?

—Yo...

—¡¿A él o a mí?! —cuestiona, haciendo que lo mire a los ojos.

—Necesito creerte —digo desesperada, luego de los segundos más largos de mi vida.

—Entonces créeme. Tú eres hermosa, y me gustas más de lo normal.

—¿Ah? —logro decir, sin creer lo que