—¿Vas a seguir mirándome así todo el desayuno? —preguntó Lía con una ceja arqueada y la tostada en la mano.
Brooke la miró desde el otro lado de la mesa, con los codos apoyados y la taza de té entre las manos.
—¿Así cómo?
—Como si estuvieras analizando cada palabra que digo. ¿Es por lo que dije anoche?
—Puede. —Brooke escondió una sonrisa tras la taza.
—No me mires así, lo sabes tan bien como yo. Mi hermano tiene un efecto extraño en la gente. En la mayoría es miedo. En ti es otra cosa.
—¿Y cuál crees que es ese efecto? —preguntó Brooke, arrastrando las palabras.
Lía la miró con picardía.
—Te desconcierta. Y a ti no te gusta perder el control.
Brooke se rió. Era cierto. Ella no era de las que se dejaban llevar por impresiones, mucho menos por hombres enigmáticos con demasiados silencios. Pero Aleksei... tenía algo.
—¿Siempre desayunáis tan tarde? —cambió de tema, echando un vistazo al reloj.
—Solo cuando tengo clases por la tarde. Y cuando tú te quedas. ¿Por qué?
—Porque tengo que vol