La noche anterior había sido un caos. Entre la pelea, las miradas, y ese beso robado bajo el ruido del bar, Brooke no recordaba haber dormido bien. Y, sin embargo, ahí estaba, despertando en la misma habitación de invitados donde había dormido la noche anterior, en casa de Aleksei y Lía.
Todo seguía en silencio. Lía no estaba. Y Aleksei tampoco.
Se sentó en la cama, envuelta en una camiseta prestada y el desorden de sus pensamientos. El recuerdo del beso le golpeó de inmediato. No sabía si arrepentirse o recordarlo una y otra vez. Lo había hecho para detenerlo. Pero no podía fingir que no lo había sentido hasta en los huesos.
Bajó las escaleras despacio, esperando encontrar a alguien en la cocina. Pero estaba vacía. Sobre la mesa, un pequeño post-it con la letra de Lía decía: “He salido a hacer unas compras, vuelvo pronto. ¡Hazte un café!”
Brooke suspiró. Había pensado en irse, pero algo la detuvo. Quizás necesitaba una conversación. O una aclaración. O una razón para no volver a besa