Aleksei no era alguien que perdiera el control. Había pasado demasiados años forjando una coraza de disciplina y distancia. El caos, la emoción desbordada, la impulsividad... todo eso era peligroso. No solo para él, sino para quienes lo rodeaban. Pero había algo en Brooke que le desmontaba cada capa con una sola mirada.
Sus ojos eran lo primero que lo había descolocado. No porque uno fuera azul y el otro verde, sino por lo que expresaban: desconfianza y fuerza, mezcla de miedo y orgullo. Una contradicción tan marcada que solo podía venir de alguien que había aprendido a sobrevivir en un mundo que nunca le dio garantías.
Y sus curvas. No eran el tipo de cuerpo que las revistas ensalzaban, pero en ella todo tenía sentido. Su forma de caminar, de girarse cuando creía que nadie la miraba, de fruncir el ceño cuando leía en clase. Era una belleza que no se ofrecía, que no buscaba aprobación. Y quizás por eso lo atraía tanto.
Aleksei había intentado mantenerse al margen desde aquel día en el