Verdades al borde (1era. Parte)
El mismo día
Cardona, Cataluña
Camila
A mi edad, poco debería importarme lo que los demás piensen sobre con quién me involucro… pero las cosas eran más complicadas de lo que parecían. Estar con Iván no era solo un asunto del corazón: era una bomba que podía estallar en cualquier momento. Por eso, la inesperada visita de mi abuela me dejó helada. Él acababa de volver a insistir en que reveláramos nuestra relación, y aunque su deseo era comprensible, yo todavía no estaba lista para dar ese paso. Apenas estaba asimilando que estaba enamorada de él.
Me vestí a toda prisa, con lo primero que encontré en el perchero. Sentía aún su olor en la piel, y eso me traicionaba más que cualquier gesto. Respiré hondo, alisé la blusa con nervios y abrí la puerta intentando parecer lo más natural posible.
—Hola, abuela… —murmuré con una sonrisa forzada—. No te esperaba en la hacienda. Qué sorpresa.
Doña Beatriz me observó de arriba abajo, con ese ojo clínico que nunca perdía detalle.
—Buenos días, Camila