Latidos y conflictos (3era. Parte)
El mismo día
Málaga
Ramiro
Siempre había considerado a Andrés un inútil, pero ahora lo veía más peligroso que el propio Iván: se estaba convirtiendo en un dolor de cabeza. La solución que proponía Juliana era atractiva: secuestrarlo, acceder a los diarios y, de paso, allanar el camino hacia la presidencia, aunque, como todo plan grande, traía riesgos. La tuve frente a mí y la observé, midiendo cada palabra, cada gesto.
Finalmente rompí el silencio con voz fría y cortante.
—Secuestrar a Andrés suena tentador —dije—, pero no has pensado bien lo que propones… no es simplemente subirlo a una camioneta y ya está todo solucionado.
Juliana me miró con esa seguridad que siempre la caracterizaba.
—Claro que lo hice —replicó—. Aunque parece que te tiembla la mano… ni imaginas lo que conseguiremos.
La rabia me subió por la garganta. Golpeé la mesa con el puño; el whisky tembló.
—¡Cierra la boca y escúchame! —gruñí—. Conozco la rutina de Andrés: todas las noches llama a mi madre, se queda hasta e