El precio del silencio (3era. Parte)
El mismo día
Cardona, Cataluña
Iván
Sabía que Andrés, con su actitud despreocupada, jugaba en silencio; mientras Ramiro iba de frente atacándome, se convertía en el hermano más peligroso. Y no me equivoqué: cuando pensé que podía arrinconarlo y arrancarle la verdad sobre el secuestro, él volcó la situación a su favor.
Ahí estaba negociando conmigo por esos diarios, pero podía ser una trampa orquestada por Ramiro. Buscaba confundirme o estaba vendiéndose al mejor postor; cualquier escenario era posible con Andrés. Y aun así, su propuesta era tentadora.
Estaba frente a él, escudriñando sus ojos en busca de alguna pista sobre el contenido de esos diarios, pero nada. Solo ese brillo ladino, el mismo de siempre. Al fin dejé que mi voz cortara el aire.
—Andrés, no puedo negociar por algo que no sé si todavía conservas; tampoco tengo garantías de que no hay más copias de esos diarios. —Lo dije despacio, midiendo cada palabra, clavándole la mirada.
Él me contestó sin apartarla, con esa mezcla