El precio del perdón (2da. Parte)
Unos días después
Málaga
Camila
Fue un enorme riesgo chantajear a Cuesta, pero si con ello podía encarcelar a Ramiro, valía la pena. Aun así, tratar con un hombre sin escrúpulos —capaz de venderle el alma al diablo— era sostener una granada en la mano, a punto de estallar. No lograba descifrar esa mirada enigmática; solo podía apelar a sus ansias de poder y a su miedo a perderlo para negociar.
El silencio entre nosotros era palpable; yo repetía mentalmente el plan mientras observaba el video por tercera vez. Al fin aclaró la garganta y me miró, curioso y cínico.
—No sé si confiar en tu palabra, Camila —dijo Cuesta, la voz pastosa, midiendo cada sílaba—. Al fin y al cabo, eres una Del Valle. ¿Por qué no habría de sospechar que me traicionarás? ¿Qué difundas el video?
Le devolví la mirada sin vacilar.
—Diputado Cuesta —respondí, dejando que la firmeza templara mi voz—, le toca confiar en mí como yo confiaré en usted.
Él soltó una sonrisa afilada y se reclinó en el sillón, cruzando las m