Jenna se ha labrado su camino, tal vez no de la manera más honrada, pero poco le importa la opinión pública. Baila y hace privados para los hombres cada noche y es considerada la atracción principal de El Olimpo. Pronto se verá obligada a buscar un trabajo extra para costear aquellos gastos con los que ya no puede y usará un currículum robado para contender al puesto de enfermera de un paralítico, donde conocerá tal vez a la persona que pueda cambiarle la vida. Noah Pratt es un hombre que buscará desesperadamente la manera de morir tras una desgracia; sin embargo, la llegada de la joven seductora podría cambiarlo todo, aunque no imagina que ella y su hermano podrían conocerse muy bien.
Ler mais| Dos años atrás.
—¿Por qué siempre eres un aguafiestas? —dijo la enfurecida jovencita a su padre—. Estoy harta, soy como una prisionera.
—No eres una prisionera, pero te guste o no, no irás a ningún lado donde haya alcohol y sabrá Dios cuantas perversiones más —dijo furioso.
—¡Tengo todo el derecho a divertirme, ya tengo quince! —exclamó furiosa ante el trato que estaba recibiendo—. ¿Cuándo vas a entender que no eres mi dueño, papá?
—Ya lo has dicho, a divertirte —replicó el hombre empezando a perder la paciencia—. No a pervertirte y menos a tu edad, eres una mocosa que no sabe ni limpiarse la nariz.
—¡Ojalá no existieras! —gritó la chica fuera de sí—. O quizás sería mejor que yo no existiera.
Hubo un silencio incómodo en el que la chica solo miraba al frente sosteniendo entre sus manos una botella que el hombre quiso arrebatar pero que la chica defendió como si se tratara de su propia vida.
Finalmente, tras forcejear logró quitársela derramando bastante del contenido en los asientos, pero después de mucho el hombre lanzó la botella hacia la carretera.
El silencio volvió a instalarse mientras él conducía con seriedad y bastante enfadado. Llevaba días sin dormir bien por el trabajo y llegar a casa habría sido glorioso si no se hubiera encontrado con la noticia de que ella se había ido de fiesta, a lugares de perdición que no debería ir a su edad.
Él era un hombre de mediana edad que había unido su vida a su esposa cuando ambos eran muy jóvenes, apenas llegando a la edad adulta y luego de que embarazara a su novia, pensando por supuesto en que las cosas serían fáciles; sin embargo, ahí estaba, luchando como cada noche desde hacía mucho tratando de controlar lo que en su opinión era demasiado. Un exceso.
Su hija se había convertido en casi una mujer sin ningún provecho. Danna era una niña que intentaba sentirse adulta, quería correr sin saber caminar aún.
Absorto en sus pensamientos miraba al frente conduciendo de regreso a casa. Tan absorto iba que no fue capaz de ver lo que a su lado pasaba hasta que fue tarde.
De pronto la vio.
Ponía los ojos en blanco y se reía sin sentido.
La miró como si aquello estuviera fuera de su comprensión, pero lo entendió al ver la pequeña bolsa que la joven sostenía en sus manos.
Estaba drogándose en sus narices sin importarle un comino que él estuviera ahí.
Quiso quitarle la bolsa, preso de la furia como estaba, pero ella forcejeó y volvió a reír como si fuera divertido. Pensaba en lo absurdo y surreal que parecía la vida ahora, quince años después de haberse casado.
La risa de la chica resonaba por todo el auto hasta convertirse en un sonido histérico crispando los nervios del hombre de apenas treinta y tres años y no solo eso, lo estaba preocupando a niveles nunca vistos, tanto que desplazaba su mal humor y enfado.
La chica comenzó a tararear una canción entre risas bailando y moviéndose aquí y allá, lanzándose sobre su padre, quien le suplicaba que se calmara y lo hizo luego de unos minutos, pero solo para empezar a retorcerse y balbucear justo cuando se lanzaba sobre él.
El ataque estaba comenzando.
El hombre, desconcertado, comenzó a buscar cómo detenerse, pero la chica convulsionando terminó sobre él sin poder detenerse y retorciéndose sobre su cuerpo aprisionando entre sus manos la camisa de su acompañante mientras emitía sonidos que apuñalaban el corazón de su padre ante la situación.
Perdió la visión del camino y el control del auto, desesperado como estaba por ayudar a su hija, quien parecía a punto de morir por una sobredosis.
Sintió su pecho mojado a causa de la saliva de la joven mujer, quien sacaba espuma por la boca además de que sus ojos se clavaban sobre él suplicando ayuda.
Una lágrima resbaló por su rostro antes de que vieran las luces de frente y sintieran el impacto del otro auto contra ellos.
El pequeño carro dio vueltas antes de que se precipitara al vacío en medio de gritos, desesperación y el inconfundible olor a muerte.
El hombre, por alguna crueldad de la vida, salió expulsado del auto hasta caer sobre piedras que lo hicieron gritar no solo de dolor sino también de impotencia al ver el auto volcar y dar vueltas varias veces antes de detenerse y explotar.
Sin poder moverse de su sitio observó su carro deshacerse entre las llamas con la persona que más amaba en el mundo dentro de él.
Lloró la pérdida de uno de los seres que más color le dio a su existencia a pesar de todo.
Se mantuvo en esa posición sin poder parpadear, ni gritar y mucho menos moverse, observando cómo las llamas consumían su amor y su vida para siempre.
El sonido de las sirenas lo hizo salir de su estupor justo antes de que la oscuridad lo llamara y él solo deseaba que lo hiciera para siempre. Que lo engullera para no tener que despertar a la vida jamás y vivir atormentado por la crueldad del destino. Pero la vida siempre tiene una respuesta para todo, aunque esa no sea la que esperamos.
A él todavía le faltaba encontrar la respuesta en una pelirroja, bailarina que lo sacaría de la oscuridad, aunque aún no lo sabía ni tenía idea de cuándo y como la hallaría.
—La noche estuvo muy buena —dijo una exultante Barby—. No puedo creer que esta semana nos esté yendo tan bien. Lo merecemos, pero no deja de ser sorprendente. —Yo estoy agotada y lo único que quiero es una cama. —Trix habló desde su lugar, tirada sobre uno de los taburetes—. También me fue muy bien, por cierto. —A mí igual —respondió Harley—. Me duele todo pero ha valido la pena. Creo que voy a dormir todos estos días para recuperar mis fuerzas. Al fin acabó la semana de trabajo.Comenzó a recoger sus cosas antes de mirar a su amiga Jenna, quien seguía ida y ajena a todo.»¿Te pasa algo? —inquirió Harley—. Has estado bastante distraída hoy y muy callada. Eso es inusual. Jenna salió de sus pensamientos y solo atinó a asentir. Se sentía extraña, por alguna razón no dejaba de pensar en lo que había pasado con su paciente y aunque en un principio quiso pensar que se había visto muy poco profesional, lo cierto es que ella no era una enfermera de verdad, era una prostituta disfrazada de
Jenna estaba a punto de estallar y más cuando sintió sus dedos estimular su sexo, justo en ese lugar que tanto placer daba a las mujeres. Frotaba su clítoris a tal punto que ella estaba por derrumbarse sobre él. Cuando lo escuchó farfullar una maldición y apretarla contra sí supo que había terminado y ella solo necesitó eso para dejarse caer completamente rendida sobre el pecho de Noah, quien para ese momento seguía apretándola y gruñendo. Fue el orgasmo más intenso que ella había tenido en su vida y el más aterrador si se lo preguntaban. Se separó de él y descansó unos segundos antes de quitarle el preservativo, hacerle un nudo y mandarlo a la papelera. El hombre apenas tenía fuerzas y no podía negar que jamás se había sentido tan complacido como en ese instante y aunque le hubiera gustado tener mucha más libertad en ese momento, lo cierto es que había sido la sesión de sexo más placentera de su vida y no sabía cómo tomarlo. La miró. Jenna estaba completamente sudada y a él le p
Parecía que ella era experta en felaciones y no es que ahora le importara; al contrario, lo agradecía porque sentía que en cualquier momento gritaría por el orgasmo luego de mucho tiempo sin tener uno y de que en ese momento una mujer tan joven y bonita fuera la que le estaba prodigando caricias y toda la atención que no había tenido en mucho tiempo. La vio darse la vuelta, mostrándole el trasero luego de quitarse la última prenda que tenía puesta. En un abrir y cerrar de ojos, ella se había colocado con el trasero frente a su cara y dejaba al descubierto su sexo, justo frente a su cara y, el hombre solo pudo mirar lo que ocurría sin poder contener el respingo que dio su miembro ante el espectáculo.Noah aprovechó la posición de la bella enfermera para acariciar y estimular su jugoso coño mientras veía como ella se abría un poco más invitándolo a continuar. Le acarició su sexo como si no hubiera un mañana y estimuló de tal manera que pronto la tuvo totalmente húmeda, chorreante y ag
Las expectativas que Jenna tenía en el sexo para con él, eran bajas, muy bajas a decir verdad, pero ella no estaba ahí para pasarla bien sino para fingir que la pasaba bien a cambio de beneficios, como siempre. Se dejó besar mientras las manos de Noah recorrían su cuerpo en caricias tiernas que la verdad fuera dicha, le estaba gustando y mucho. Había algo en el toque que infligía Noah que resultaba adictivo, tanto que se sintió caliente al cabo de solo un par de minutos.Las palmas del hombre acariciaban y apretaban sus senos, su cintura, su trasero e incluso su rostro, como si quisiera obtener algo más que un simple roce de piel. En realidad ella no lo sabía pero Noah buscaba desesperado una forma de obtener una comunión con alguien, no un enlace carnal.Jenna se separó de él para sonreírle y comenzar a dejar besos por su cuello y su pecho. La habitación estaba demasiado iluminada, pero sobre todo, estaba lista para crear un ambiente cálido e íntimo, no solo porque estaban solos sin
Noah la vio sonreír sin saber por qué, en ese momento, le pareció que Jenna era una verdadera belleza, una diosa. La vio moverse con destreza sabiendo lo que hacía y fingir que no pasaba nada, lo que provocó que por primera vez en mucho tiempo, sintiera una emoción distinta al resentimiento: la gratitud. Por su parte, la enfermera le quitó la almohada y le instó a colocar la toalla encima para cubrirse.A Noah no le quedó de otra más que obedecer en completo silencio y esperó a que ella actuara, quien de inmediato subió sus manos hasta arriba de sus piernas, comenzando el masaje o lo que fuera que estuviera intentando. Era claro que la joven, al instante, pudo notar un poco de la erección a través de la toalla que no cubría hasta abajo, pero él se dijo que era algo que no podía controlar. La enfermera miró a Noah por tercera ocasión y se preguntó ¿de qué otra manera se podía controlar al hombre mejor que no fuera mediante el sexo? Lo cierto fue que no encontró una respuesta certera y
De nuevo, soltó una risilla nerviosa y fingió no darse cuenta antes de levantarse de la cama e ir al mueble por otra de las cremas. Quitó el inexistente polvo del producto y volvió a su posición.«Déjate de tonterías, Jenna, no es el primer pene erecto que ves y tampoco deberías sorprenderte». Se reprendió mentalmente al mismo tiempo que sopesaba su siguiente paso.Sonrió divertida al recordar esas películas porno de bajo presupuesto donde las chicas comenzaban un masaje y terminaban follando con el cliente. No era muy diferente a esto, se dijo. La diferencia es que su cliente estaba paralítico.Se rio de sí misma al pensar tonterías y se reprendió mentalmente porque ni en estos momentos podía ser seria. Ella era una masajista profesional ahora y debía comportarse como tal, aunque a juzgar por el bulto de su paciente, este tenía otros pensamientos nada puros. Se acomodó para seguir con la otra pierna sin dejar de ver que sin duda el cuerpo del hombre respondía a los estímulos y se p
Último capítulo