Mundo ficciónIniciar sesión“Me enamore sin pensarlo, pero lo que empezó como una mentira, termino transformándose en una verdad” Josh Bemberg es el hombre más cotizado de la ciudad de Berlín. Guapo, elegante y soltero. Con tan solo veintisiete años, es el Ceo de las empresas Berg, empresas que están dedicadas a la fabricación de automóviles de lujos. Todas las mujeres de la alta sociedad mueren por una cita con él, pero a él no le interesa ninguna mujer, porque cree que todas son unas cazafortunas. Leyna Keller es una joven humilde y huérfana que toda la vida vivió en un orfanato. Según le cuentan que su madre murió de una sobredosis y a su padre nunca lo conoció. Ella para todos los de su entorno es un enigma. Josh y Leyna no se conocen, pero todo eso cambiará, cuando un accidente los unirá cambiando sus vidas para siempre.
Leer másLa música que sonaba a fondo era seductora, atrayente y envolvente. La idea principal era atraer al cliente, engancharlo y hacerle gastar todo el dinero que traía consigo esa noche. Las chicas estaban más que dispuestas a complacer a cualquiera hombre, con tal de que pagaran la exorbitante suma de dinero que Otto exigía por cada una de ellas.
Y si alguna se negaba a acceder a las peticiones de su jefe, entonces, la que se resistiera pagaría el precio por su desobediencia. Para Otto u cualquier otro cliente, estas chicas únicamente eran objetos sexuales que se podían utilizar para follar y complacer, y nada más… eran un negocio lucrativo, que llenaba las cuentas bancarias del dueño.
Una feroz mirada azulada se posó en el baile de una delgada joven de piel canela, esta realizaba movimientos eróticos al punto de llegar a ser obscenos alrededor de un tubo metálico bastante brillante. La chica iba ataviada únicamente con unas bragas de encaje que hacían juego con el brasier, y unos impresionantes tacones cubiertos por cientos de pedrerías brillantes.
El sujeto que la observaba se preguntó, ¿Cómo es que diablos conseguía bailar tan bien con esos tacones tan altos? La miró un poco más, esperando que finalizara su encantador baile. A pesar de ser vulgar, no se le podía quitar que fuese excitante. Y pues, la verdad es que no era de piedra. Muy a pesar de que ella bailaba muy bien y de que lograría levantar el alma de un hombre moribundo, él se mantenía concentrado en lo ella que hacía. Le resultaba más provechoso.
—Pareces bastante interesado en esa chica, L.C . Dime una cosa, ¿la deseas? —Un sujeto se sienta sin su permiso en la silla vacía que está en su mesa, lo que lo lleva apretar la mandíbula con fuerza. Eso sí que lo enojaba —. Vamos hombre, no seas tímido. Si la quieres solo debes hablar conmigo.
De pronto una nueve milímetros fue presionada debajo de la papada del hombre que hablaba sin parar, el sonido del seguro del arma sonó, provocando que los guardaespaldas de Otto se pusieran en alerta.
—Tranquilo, tranquilo… —Dice Otto tragando saliva, por un momento la música se detuvo y con ello la joven que bailaba.
—¿Cuándo he dicho que te sentaras? —La fuerte voz de L.C resonó en aquel lugar llevándose las miradas de los demás clientes.
—Vamos, calmante… me pondré de pie, si es lo que quieres.
L.C retira el arma y termina por soltar a Otto. El hombre pasa una mano por su cuello, al tiempo que vuelve a tragar saliva. Recompone un poco su traje para luego dar órdenes de que el show continuara.
—Eres muy obstinado L.C, deberías mejorar un poco ese carácter tuyo.
—¡La compraré!
—¿Qué dices? —Lo mira ceñudo.
—A la chica —Contesta observando el baile de la joven —. Este mes, me llevaré a la de piel canela —Otto sonríe de par en par, eso era todo lo que quería escuchar.
—Tienes buen ojo, apenas ha llegado ayer… aún no la había puesto a trabajar como se debe, pero en vista de que te la llevaras, pues, ya tendrá mucho trabajo contigo —Se ríe a carcajadas, pero no obtiene una respuesta del hombre que tiene al frente.
—¿La venderás, o seguirás hablando mierdas?
—¡Claro! ¡Claro! Te la venderé. Este es su precio —Le presenta un papel exponiendo su precio, L.C levanta la mirada después de ver semejante cantidad.
La mirada azulada del pelinegro se posa en la de Otto, quien parecía sudar como un jodido puerco. Y eso que en aquel lugar, el frío era demencial.
—¿Pretendes estafarme, Otto? —Afina la mirada, provocándole al castaño que trague más saliva, limpie su frente con un pañuelo y medio sonría.
—¿Por qué dices eso?
—Esa chica no vale esta cantidad, ¿me quieres ver la cara de idiota?
—Ella… ella es nueva, debes comprender que…
—¿Es virgen? —La seriedad del rostro de su cliente era sepulcral, Otto, pensó que moriría allí mismo como siguiera mintiendo.
—No, no lo es…
—¿La violaste?
—Nadie la ha tocado, te lo juro. El médico la reviso, ya no era virgen. Te lo juro —Contesta rápidamente intentando librarse de la muerte.
—Pagaré únicamente la mitad de lo que pides.
—Pero… —En eso L.C se pone en pie, imponiendo su autoridad —Sí, sí, claro que sí. Hagamos negocios con la mitad.
L.C, se da la vuelta perdiéndose detrás de las pesadas cortinas rojas aterciopeladas. Otto, al verlo largarse, suelta el maldito aliento contenido. De pronto, detrás de las mismas cortinas aparece Santino, la mano derecha de L.C. Era un tipo musculoso e intimidante, pero no tanto como su jefe, con la reputación que se gastaba era muy difícil que alguien hiciera de las suyas.
—¡Santino! —Lo saluda Otto con una sonrisa burlona.
—Aquí tienes tu pago —Deja una valija plateada sobre la mesa —. Saca a la chica de inmediato de la tarima. En 5 minutos iré por ella —Abre la maleta, y allí dentro se encuentra apiladas filas de billetes de una sola denominación.
—Sería más fácil si me hicieran transferencias —Otto sonríe con un brillo peligroso en la mirada.
—4 minutos —Agrega manteniendo la seriedad en su mirada.
Santino se da la vuelta dirigiéndose hacia los camerinos donde siempre solía recoger a la chica que su jefe compraba cada mes.
—Otto, un día de estos L.C terminará por asesinarte. Ese sujeto es muy peligroso, no le importo que todos nosotros amenazáramos con asesinarlo si te hacía algo —Le dice uno de los guardias.
—Es el mejor cliente que este maldito y putrefacto lugar puede tener, desde que L.C se volvió cliente habitual, he tenido mejores ingresos. Estas malditas perras, casi no atraen al público, pero con el ingreso de ese sujeto sí que me hago una buena pasta.
—¿Qué quiere que haga ahora?
—Saca de la tarima a la perra que está bailando, y ordénale a Serena que salga y que esta vez haga su maldito trabajo bien, si no quiere que azote su jodido trasero esta noche.
Otto miraba aquella maleta plateada ante él y sonríe abiertamente, todo el mes estuvo esperado por esa venta. Estaba muy seguro que a L.C le iba a gustar la nueva. Siempre se llevaba a las chicas nuevas, era el primero en ofertar por ellas. Los demás, únicamente pagaban para follarlas y nada más, él era el único que tenía el privilegio de llevárselas y no volver a traerlas.
Lo que hiciera con la chica, no era su jodido problema… pero asumía que no era nada bueno. Realmente, lo único que le importaba a Otto era que regresara mensual a por una nueva de sus zorrita.
[…]
Temblando del miedo y, soltando lágrimas sin parar, la joven que había sido comprada minutos antes permanecía de pie, mientras que Serena le secaba las lágrimas y a su vez limpiaba su rostro ennegrecido por el rímel corrido.
—Debes parar de llorar, no conseguirás nada bueno, si continúas llorando, ¿entendiste? —La joven morena la animaba a que cambiara de actitud, bien sabía lo que le pasaba a las chicas que lloraban sin parar.
—Solo quiero irme a mi casa —Contesta en medio del llanto.
—Niña, todas aquí queremos lo mismo. Pero una vez que estos cerdos malditos nos atrapan, ya nada más podemos hacer. No creas que hay un superhéroe en la calle rescatando chicas.
—Pero yo… —Responde a lo que su labio empieza a temblar.
—¡Ya basta! —Serena se ve obligada a cachetear a la muchacha, si la cachaban chillando como una estúpida, le darían una paliza, a ambas —Maldita sea, deja de llorar o harás que nos azoten estos putos de m****a.
La joven acariciaba su mejilla al tiempo que hipaba, seguía con la vista al piso. Serena la mira y siente lástima por ella, sabía que nunca más vería a la pobre diabla. Apenas había llegado la noche anterior, y ya estaba siendo vendida al mejor postor. Posiblemente, su vida sería más desgraciada de la que todas en aquel infierno llevaban a diario.
Capítulo LXIV: Sorpresa y Discusión (Parte Dos)Leyna al escuchar la severidad de Josh, una pequeña rabia recorrió su cuerpo. Se cruzó de brazos y le miró ceñuda. —Va a ser mi cuñado Josh —argumentó ella endureciendo los rasgos de su rostro angelical—. Y lo está intentando. Se ha rehabilitado y nosotros como familia debemos apoyarlo. Podemos ser su fortaleza en medio de la debilidad.Hendrik sonrió de boca cerrada, sintiéndose triste al ver que ella y mamá eran las únicas personas que le apoyaban, a pesar de todos sus errores.—No quiero discutir Leyna —finalizó Josh tenso y cabreado—. He tenido un mal día y no necesito que nadie me dé un sermón de cómo tratar a mi familia. Ustedes debieron avisarme. Sabes que no me gustan las sorpresas y menos cuando se trata de mi hermano.Leyna alzó sus cejas y sus labios se entreabrieron ante la reacción de Josh, le sorprendió un poco, pero no le molestó. Después de todo, Leyna era consciente que todos podemos tener un mal día y reaccionar mal.—
Capítulo LXIII: Sorpresa y Discusión (Parte Uno)—¡Sorpresa Hermano! —vociferó Hendrik extendiendo sus brazos al aire—. ¡Estoy de vuelta en casa!Josh ni se inmutó en darle un abrazo, sino que mantuvo a Leyna pegada a sus costillas, abrazándola por la cintura. Ella tampoco le soltó, ya que rodeó con uno de sus brazos la espalda baja y la otra mano la puso en el abdomen de Josh.—¿Y tú como saliste? Se supone que yo soy quien vela por ti y por tu seguridad… —cuestionó Josh con el ceño en fruncido al ver a su hermano menor, ya que él era su tutor—. ¿Por qué diablos nadie me aviso?Josh pensó que la clínica de rehabilitación debió llamarlo primero a él para informarle de aquel asunto tan importante, pero al parecer se había saltado protocolos importantes.Hendrik rodó los ojos por tan apático saludo. Dejó caer sus brazos con resignación y volvió apoyar su hombro derecho en el marco de la puerta principal, cruzándose de brazos. Lucía una sonrisa triunfal y vestía como todo un hombre de el
Capítulo LXII: Visita InesperadaJosh llegó casi a las diez de la noche con el ánimo por el suelo. Se estacionó sobre el camino de piedras, luego se soltó la corbata y apretó el manubrio con ambas manos, mientras miraba fijamente la casa en la cual había vivido siempre.Pudo notar que una de las ventanas principales estaba con las cortinas abiertas y completamente iluminada. Estrechó su vista y se fijó en una silueta: era su prometida.A simple vista, Leyna estaba riendo y hablando animadamente con alguien, mientras sostenía con ambas manos una taza blanca que supuso que era té rojo, ya que Leyna odiaba el café.Josh por un segundo pensó que Leyna podría estar conversando con su madre, pero entonces un hombre más alto que ella, se dejó ver poniéndose a su lado. Josh irguió su espalda tensando cada músculo de su cuerpo al ver de quien se trataba, pero al mismo tiempo se sobresaltó en su asiento, cuando el celular comenzó a sonar, tuvo que dejar de lado al susodicho.—¡Maldición! —vocif
Capítulo LXI: AstridGilbert se bajó del vehículo, en el cual se trasladaba. Apoyó su bastón en el piso de mármol y caminó hasta la entrada de su mansión. Astrid, la guapa rubia, salió a recibirle con una sonrisa de oreja a oreja, entusiasmada porque todas las cosas ocurrieran tal como había planeado por años en su mente.Abrió la puerta y lo primero que chilló fue:—¡¿Cómo te fue papá?! —exclamó con una euforia rebozando en sus venas—. ¿Ya hay fecha de nuestra boda? ¿Es en un mes, dos o tres? Ya no quiero esperar. Quiero ser la Señora Bemberg una vez por todas.Astrid solía decirle papá a Gilbert, ya que él, prácticamente le había criado desde que era una niña pequeña.—Vamos dentro —pidió Gilbert con dulzura.La expresión de entusiasmo de Astrid se desinfló al igual que un globo que pierde todo su aire.—¿Sucedió algo papá?—¿Por qué mejor no lo conversamos dentro? —pidió nuevamente Gilbert con una sensación de amargura en su alma.Él deseaba cumplir cada uno de los caprichos de su
Capítulo LX: Gilbert Nassau (Parte Tres)Gilbert Nassau torció los labios y su vista cansada y acuosa se fue al suelo. Meditó unos largos segundos como si estuviera rememorando aquel trágico suceso. Luego alzó su cabeza y ancló sus ojos azulados en los ojos dorados de Josh.—Sigo recordándolo como si fuera ayer… —dijo Gilbert en tono de pesar.—Lo siento si le he incomodado Señor Nassau —se disculpó Josh—. Pero a veces las dudas me carcomen la mente y usted es el único que me las puede aclarar.—No, está bien… entiendo tus inquietudes muchacho, pero eso no significa que no duela. Creo que toda la vida tendré ese remordimiento de no haberme preocupado por mi familia. Los perdí a todos.Josh solo asintió con la cabeza sintiéndose un poco mal al ver a Gilbert tan miserable.Gilbert botó todo el aire que estaba conteniendo sus pulmones y luego volvió hablar para relatar aquel suceso que nunca podría superar. Sus ojos decaídos y su voz triste le delataron.—Esa tarde me llamó la policía —c
Capítulo LIX: Gilbert Nassau (Parte Dos)Los ojos mieles de Josh reflejaban la verdad.—Ya veo… —Gilbert sonrió forzadamente—. Así que hay alguien. Le romperás las ilusiones a mi niña.—Lo sé, pero no puedo ir contra mis valores ni mis principios. Mi felicidad y mi vida personal están por sobre esta empresa y por sobre todo el dinero que podría generar en esta fusión. Mi padre construyó un imperio y estoy muy agradecido por ello, que lo pienso cuidar a toda costa, pero no sacrificare mi vida por algo material —manifestó Josh—. Y jamás haría feliz a tu hijastra, porque sencillamente no la amo y nunca podría hacerlo. Ya estoy enamorado de alguien más.—En realidad pensé que no amarías a nadie más, después de ella —comentó Gilbert, abriendo una herida que Josh sabía que estaba ahí, pero que solía olvidar.Josh de inmediato se tensó en su asiento. Él se echó hacia atrás, y apretó sus manos una con la otra en una frustración difícil de erradicar. Recordó que eso había sido un capricho de n





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