Noah la vio sonreír sin saber por qué, en ese momento, le pareció que Jenna era una verdadera belleza, una diosa. La vio moverse con destreza sabiendo lo que hacía y fingir que no pasaba nada, lo que provocó que por primera vez en mucho tiempo, sintiera una emoción distinta al resentimiento: la gratitud.
Por su parte, la enfermera le quitó la almohada y le instó a colocar la toalla encima para cubrirse.
A Noah no le quedó de otra más que obedecer en completo silencio y esperó a que ella actuara, quien de inmediato subió sus manos hasta arriba de sus piernas, comenzando el masaje o lo que fuera que estuviera intentando. Era claro que la joven, al instante, pudo notar un poco de la erección a través de la toalla que no cubría hasta abajo, pero él se dijo que era algo que no podía controlar.
La enfermera miró a Noah por tercera ocasión y se preguntó ¿de qué otra manera se podía controlar al hombre mejor que no fuera mediante el sexo? Lo cierto fue que no encontró una respuesta certera y