POV ALEXANDER
La mañana ha avanzado demasiado rápido. Después del desayuno con Nicole, después de verla moverse en mi cocina como si siempre hubiese pertenecido allí, he intentado arrastrar esa sensación de calma conmigo hasta la oficina. Una calma peligrosa, pienso, porque no es mi territorio. La calma no me pertenece.
Entro en el despacho un poco más tarde de lo habitual, lo sé y la mirada de mi asistente me la recordó porque ella sabe que mi retraso no es por alguna reunión o cosa del trabajo. Cierro la puerta tras de mí y dejo la chaqueta en el perchero antes de sentarme detrás del escritorio. El cuero de la silla cruje bajo mi peso mientras enciendo el portátil. La pantalla tarda en iluminarse y yo me quedo con la vista perdida en el reflejo oscuro del monitor apagado, viéndome a mí mismo como un fantasma.
No pude evitar resoplar. La noche anterior me pesa en la mente como un maldito ancla.
La gala en el MoMA había sido un vaivén: el incidente con Camila, su lengua afilada, el vi