Después de un día maravilloso en la cabaña y de aquella noche espectacular que Alexander y yo habíamos compartido, regresábamos radiantes a la ciudad. Sentía todavía en mi piel el calor de sus caricias y la serenidad que me había transmitido. Mel y Richard ya nos estaban esperando; a ellos también se les veía distintos, más relajados, más cómplices. Me llenaba de alegría ver que mi amiga, por fin, estaba dando un paso importante para sentar cabeza, o al menos eso esperaba. Richard era todo un caballero, y aunque al principio no se soportaban, parecía que las cosas iban caminando bastante bien.
—Vaya, vaya, los tortolos regresaron —exclamó Richard con una sonrisa amplia—.
—Veo que sobrevivieron, pensé que íbamos a encontrar a todos los cuerpos de emergencia frente a la casa —contestó Alexander con tono divertido.
—vaya que eres exagerado, Amigo, está bien que esta hermosa mujer y yo seamos algo temperamentales, pero no es para tanto —añadió Richard sonriendo.
—Muchas gracias por q