Manejaba la motocicleta sin prisa, mientras observaba como los autos llenaban las calles con su bullicioso andar y algunas personas ya fuera en pequeños grupos o de manera solitaria, ingresaban por unas enormes puertas de cristal a un edificio de gran altura.
Adhara detuvo su andar frente a la enorme estructura de metal, entrecerrando sus ojos cuando el reflejo de la luz del sol en los ventanales dió de lleno en estos.
Un suspiro tembloroso escapó de sus labios y de pronto, sus piernas se sintieron como gelatina, haciéndola trastrabillar.
El miedo y la incertidumbre que había tratado de mantener a raya desde el momento en que salió del departamento, le ofuscaron el corazón, pero sabía que no podía echarse para atrás: Mattia confiaba en ella y no podía fallarle.
Agachó su rostro y cerró sus ojos para luego respirar hondo y avanzar decidida hasta la entrada del lugar.
Detuvo la motocicleta y se hizo a un lado al escuchar el ruido de un auto tras ella.
El coche se detuvo a pocos pasos de