Mattia observaba el paisaje a través del vidrio cerrado, ya que el padre Narciso consideraba imprudente bajarlo mientras esperaban a Adhara, quien había ido por algunos medicamentos que Gino le había recetado.
- Es hermosa, ¿Cierto?.- El mayor rompió por fin el frío silencio que reinaba en aquel espacio.
Mattia desvió la mirada y alzó una ceja.- ¿Acaso no es sacerdote?.- Preguntó con un toque sarcástico en su tono.
- Sí lo soy, pero eso no me prohíbe apreciar la belleza, de la manera correcta, claro está.- Este aclaró con tranquilidad.- Y debe reconocerse que Adhara es una mujer hermosa y no sólo físicamente, porque su corazón... Este alberga la belleza más pura e inmensa de todas.- El mayor aseveró, mirándolo por el espejo retrovisor.
Mattia guardó silencio, sabiendo que el sacerdote tenía toda la razón.
Adhara era preciosa y aunque había tratado de negarse a sí mismo lo que sentía, cada segundo junto a ella le daba la certeza que se estaba enamorando, aún cuando eso nunca estuvo en