Enzo regresó a la mansión Bourth con el rostro endurecido por la frustración. Cada paso que daba hacia su habitación parecía más pesado, como si el aire a su alrededor estuviera cargado de preguntas sin respuesta. Había pasado horas interrogando al hombre capturado, pero todo lo que obtuvo fue información incompleta y pistas vagas. La camioneta amarilla, el galpón en las afueras de la ciudad, el pago dejado como un premio... todo apuntaba a un plan meticulosamente calculado. Pero lo que más lo consumía era la certeza de que alguien estaba jugando con él.
Al cruzar las puertas de la mansión, se encontró con Martina y Hugo Ruffo esperándolo en el salón principal. Sus rostros mostraban una mezcla de preocupación y curiosidad que, a ojos de Enzo, no eran más que una burda actuación.
—Enzo —dijo Martina, dando un paso hacia él con una expresión que intentaba parecer compasiva—, hemos estado tan preocupados por Amatista. Esto es terrible. ¿Hay alguna novedad?
Hugo asintió, llevando una mano