El sol se filtraba suavemente por las cortinas de la suite, bañando la habitación con una luz cálida y dorada.
Amatista se removió entre las sábanas, sintiendo el peso de un brazo fuerte alrededor de su cintura.
Abrió los ojos lentamente, topándose con la mirada intensa de Enzo, quien la observaba con una sonrisa satisfecha.
—Buenos días, Gatita. —Murmuró con voz ronca.
Amatista sonrió con suavidad, estirándose con pereza antes de girarse completamente hacia él.
—Buenos días, amor.
Enzo deslizó sus dedos por su espalda desnuda, disfrutando de la sensación de su piel cálida contra la suya.
—Mandé a que nos trajeran ropa. —Le informó con tranquilidad.
Amatista se rió suavemente, enredando sus piernas con las de él bajo las sábanas.
—¿Ya estás planeando nuestra escapada?
—Solo quiero que estés cómoda cuando volvamos a la mansión.
Ella apoyó su cabeza en su pecho, dibujando círculos perezosos en su piel con la yema de sus dedos.
—Podemos quedarnos un poco más… —Susurró, disfrutando de la