El fin de semana llegó con rapidez, y una vez más, Enzo y Amatista se dirigieron a la mansión del campo para continuar con las prácticas de manejo.
Amatista estaba decidida.
Si había fallado dos veces, esta vez no cometería errores.
—Nada de distracciones hoy, amor. —Dijo con firmeza, subiendo al auto y ajustándose el cinturón.
Enzo sonrió con diversión, recostándose en el asiento del copiloto.
—¿Estás insinuando que yo te distraigo?
Amatista giró los ojos, aunque una sonrisa se dibujó en sus labios.
—Solo quiero concentrarme.
—Veremos cuánto te dura.
Con esa frase juguetona, Enzo le indicó que arrancara.
Desde el primer momento, todo salió a la perfección.
Amatista tomó cada curva con precisión, frenó suavemente en los cruces, verificó los espejos en reversa y mantuvo una velocidad constante.
Enzo la observaba con atención, impresionado.
—Gatita, esta vez no tengo que corregirte nada.
Amatista sonrió con orgullo.
—¡¿Viste?! Ya estoy lista para el examen.
Enzo asintió, aunque la miró