Ser madre, hoy en día, parece estar mal visto. Muchas mujeres ven en la maternidad un límite, una carga, un gasto... algo que amenaza su libertad, su independencia y sus sueños. Prefieren carreras, viajes, éxito. Y está bien. Cada mujer se realiza de una forma distinta, y todas merecen ser respetadas. ¿Pero qué sucede cuando una mujer anhela ser madre... y la vida se lo niega? A Cynthia, la mejor doctora del país, los médicos le cerraron la puerta a ese deseo. Su cuerpo ya no podía más. Una histerectomía era la única opción. La maternidad parecía un sueño roto. Hasta que llegó un milagro. Clara. Un embarazo contra todo pronóstico. Una niña que llegó como un regalo inesperado. Todo parecía perfecto... hasta que nació. Y entonces, la vida cambió para siempre. Una pareja se quebró. Un padre la rechazó. Y el mundo entero pareció cerrar los ojos ante una niña que traía un cromosoma de más. Pero también traía algo extra: amor puro. Clara, con su ternura y sus ojos rasgados, con su risa contagiosa y su energía arrolladora, era un rayo de sol en medio de una tormenta. Una niña con síndrome de Down, con una madre dispuesta a cambiar el mundo por ella, para que no sufriera. Cynthia no solo iba a criarla. Iba a luchar. A visibilizar lo invisible. A romper etiquetas, tabúes y prejuicios. Porque su hija no era "una condición". Era música, inteligencia, dulzura, picardía, y determinación. En ese camino que parecía tan complicado, Cynthia no estaría sola. Como vicepresidenta de Madres Trisomía 21, conocería a alguien que se convertiría en mucho más que un aliado. Porque esta es una historia de amor. De amor entre madre e hija. De amor... con ayuda de las personas correctas. De amor... con un cromosoma extra.
Leer másEl aire en el auditorio estaba cargado de una belleza casi sagrada. El piano de cola, bañado por un tenue foco de luz cálida, parecía respirar junto a cada movimiento de Estrella. Sus dedos danzaban sobre las teclas, arrancando una melodía suave, de esas que no solo se escuchan, sino que se sienten. En cada nota, Cynthia encontraba una caricia, un recordatorio y un eco...La música tenía ese poder. El de abrir puertas que uno creía cerradas y no sabe como abrirlas después.Y mientras todos los presentes se dejaban envolver por la armonía, ella fue arrastrada por la melodía a otro tiempo. A una consulta médica, a una silla incómoda, a un monitor frío y a una pantalla que mostraba una pequeña figura latiendo dentro de ella.Veintisiete años tenía Cynthia. Trece semanas de embarazo, y una ginecóloga de voz seca, con ojos que no sabían mirar más allá de las cifras.—Sesenta por ciento de probabilidades de que la niña venga con síndrome de Down —dijo—. Es muy alto. Si quieres, podemos prog
La casa estaba inusualmente silenciosa para una mañana de sábado. Clara jugaba en el suelo con su pulsera nueva, fascinada por cómo brillaba el pequeño dije cuando lo giraba bajo la luz. Su emoción le duró unos minutos más, hasta que recordó que debía ir a tocar el piano. Le diría a su hermana mayor que la ayudara con sus partituras más tarde. Estrella, en cambio, se había cruzado de brazos en el sofá, clavando la vista en Daniel, como si fuera un intruso al que debía vigilar.Uno muy malo.Cynthia había preparado café. Las manos le temblaban apenas cuando dejó las tazas sobre la mesa del comedor. No por miedo, es qué ya estaba agotada de tenerlo en la casa. Daniel estaba sentado en el borde del asiento, incómodo, con los codos sobre las rodillas y la mirada fija en Clara. No podía dejar de mirarla. No podía creerlo: era real. Ocho años de fotos en su cabeza, de sueños frustrados, y ahora ella estaba ahí, a un metro de distancia.Nunca las buscó, pero se había imaginado a Clara de muc
Ocho años despuésEl reloj marcaba las 8:45 de la mañana cuando el despertador sonó con su pitido agudo, cortando la quietud de la madrugada. Cynthia lo apagó de un manotazo, dejándose caer un momento boca arriba en la cama. Se frotó las sienes, intentando calmar el zumbido constante en su cabeza. No había dormido mucho: entre preparar las mochilas, revisar papeles del hospital y calmar a Clara después de una pesadilla, la noche se le había escurrido como arena entre los dedos.Por lo menos era sábado.Un grito la arrancó de sus pensamientos.—¡Mamááá! —la voz de Estrella, resonó desde la cocina— ¡Clara está tratando de hacer los huevos ella sola!El corazón de Cynthia dio un vuelco. Se levantó de golpe, descalza, con la bata torcida colgándole de un hombro, y corrió hacia la cocina. La escena la detuvo un instante: Clara, subida a un banquito, sonriendo de oreja a oreja mientras intentaba romper un huevo con ambas manos. La mitad del huevo goteaba en la sartén, la otra mitad resbalab
Nota importante: este libro tiene acontecimientos y vivencias reales, basados en la vida de una pequeña y una chica que conozco. Estoy siendo autorizada por su madre, para hacer público ciertos aspectos que ella desea que sea conocido. La historia es ambientada en España, pero su origen es en "El Tocuyo, Estado Lara." Hago esta historia con el fin de reconocer el trabajo arduo de una madre con una niña con síndrome de Down, y lo poco compasivo que puede ser un colegio, adultos, niños y en donde sea, por la falta de la inclusión y el poco conocimiento que hay sobre los "niños especiales".[...]Ocho años antes de que Clara naciera. La casa olía a pan recién horneado y a esperanza. Afuera llovía, como si el cielo quisiera quedarse quieto, escuchando la risa de Estrella, una niña de cinco años con voz dulce y alma luminosa. En el sofá, Cynthia apoyaba la cabeza sobre el pecho de Daniel, su esposo, mientras los minutos pasaban en silencio. Era uno de esos momentos raros en el que solo e