Capítulo 97. Una mujer normal
Ella no dijo nada. Pero se acomodó aún más contra mí.
Y eso fue una respuesta.
La abracé con calma, sin apurar nada, sin esperar nada más que ese segundo de su cuerpo relajándose sobre el mío.
Podía sentirlo: estaba rindiéndose sin darse cuenta.
O dándose cuenta y dejando de resistirse.
Ginevra respiró hondo, despacio, como si despertara de a poco… pero no lo suficiente como para ponerse la coraza de siempre.
—¿Tu mamá… quiere matarte? —preguntó con la voz rasposa, todavía enterrada en mi cuello.
—Más o menos —sonreí.
Ella hizo un pequeño sonido nasal, algo entre burla y cansancio.
—Las madres y su necesidad de controlarlo todo… —murmuró.
—¿Suena parecido a alguien?
Ella me dio un golpecito débil en las costillas, sin intención real de herirme.
—Cállate —susurró.
Pero no se apartó.
Su mano subió apenas por mi pecho, como comprobando que seguía ahí.
Su pierna se enredó un poco más con la mía, sin pudor, sin pensarlo demasiado.
Y después, más consciente, más despierta… levantó la cara.