Capítulo 96. Yo también te quiero
Me quedé quieto, envuelto en ese abrazo que ella no sabía dar hasta hace unos minutos.
Ginevra respiraba contra mi cuello, más tranquila ahora, como si el simple acto de no huir la estuviera desarmando por dentro… y a la vez reconstruyendo de una manera nueva.
Pasaron segundos. O minutos. O lo que fuera ese tiempo suspendido que solo existía entre nosotros.
Hasta que ella, muy lentamente, aflojó su abrazo.
No se apartó.
Solo levantó la cabeza y me miró como si estuviera evaluando si lo que acababa de hacer había sido un error… o un alivio.
—No sé qué hacer contigo —murmuró, en un hilo de voz.
Sonreí, apenas.
—Tampoco tienes que saberlo hoy.
Ella exhaló, un suspiro que parecía llevar semanas encerrado en sus costillas.
Su mano todavía estaba en mi camiseta, sosteniéndome como si soltar demasiado rápido pudiera derribarla. O peor: dejarla desnuda de todas esas defensas que había usado por años.
—No deberías quererme así —insistió, bajando la mirada—. Es… demasiado.
Le tomé la mano, esa