Capítulo 88. Lo que duele después
El pasillo quedó en silencio después de que las puertas del ascensor se cerraron, pero el eco de ese silencio… ese fue el que realmente me destrozó.
Me quedé ahí un segundo, dos, diez, respirando como si hubiera corrido una maratón. El cuerpo quería moverse, quería ir tras ella, quería llamar su nombre otra vez, pero la cabeza… la cabeza estaba hecha un desastre.
—Perfecto —me dije entre dientes—. Muy bien, idiota. Excelente trabajo.
Golpeé la pared con la frente, no fuerte, pero lo suficiente para recordarme que estaba vivo. Que no era un mal sueño. Que sí, había dicho todo eso. Que sí, la había visto dolerse. Que sí, la había dejado ir.
Y todo por una carpeta.
Por un logo que ni siquiera debería existir en mi vida.
Me pasé una mano por la cara y entré finalmente al departamento, cerrando la puerta detrás de mí. El sonido del pestillo retumbó como un juicio.
Apreté la carpeta contra mí, pero ya no era un escudo. Era un recordatorio. Uno incómodo, uno que quemaba.
La dejé sobre la mes