Capítulo 80. El problema de quererla demasiado
La puerta se cerró detrás de ella con un clic suave, casi educado, casi irónico considerando el desastre que había dejado a mis sentidos.
Me quedé ahí, exactamente en la misma posición, respirando entrecortado por culpa de la costilla… y por culpa de ella.
De lo que me había hecho, de lo que casi dejamos que pasara, de lo que iba a pasar en cuanto volviera.
Porque volver, iba a volver.
Pasaron unos segundos, o minutos, no sé, y finalmente exhalé, dejándome caer contra el respaldo del sofá. Sentí un latigazo en el costado. Genial. Ni siquiera podía acomodarme para sufrir con dignidad.
La erección seguía ahí, insolente, pulsando como si tuviera vida propia y como si el resto de mi cuerpo no estuviera intentando sobrevivir a una fractura.
—Increíble —murmuré, pasándome una mano por la cara.
Cerré los ojos y, como un idiota, mi cabeza volvió a la misma escena: su boca abriéndose apenas, su respiración temblando, su cuerpo pegado al mío rogando sin decirlo. La forma exacta en que había dic