Capítulo 69. El beso robado
Ginevra bostezó sin ninguna intención de disimularlo. Ni siquiera llevó la mano a la boca; simplemente dejó que el cansancio le ganara por un segundo.
La miré de reojo.
—Deberías ir a tu casa a dormir un poco —sugerí—. Estás agotada.
Ella negó de inmediato, como si la sola propuesta fuera absurda.
—No puedo. Tengo demasiado trabajo —contestó, acomodándose mejor en la silla—. Sobre todo ahora que mi ayudante decidió tirarse de varios metros para no tener que soportarme.
La miré, incrédulo.
—¿Perdón?
Ella alzó una ceja, muy seria al principio.
—Sí. Muy conveniente de su parte caer en hormigón fresco, desplomarse con media estructura y terminar en un hospital. Todo por evitar mis listas interminables de tareas.
Una tragedia estratégica.
—Ah —dije, y me eché a reír, porque era imposible no hacerlo—. ¿Entonces casi me maté para no escucharte?
—Eso parece —respondió con un tono tan neutro que era aún más gracioso—. Algunos harían cualquier cosa por evadir un par de órdenes.
—Un par —repetí,