Capítulo 70. Café frío y trámites
La puerta se cerró y el silencio volvió al cuarto.
Ni drama, ni epifanías, ni nada parecido.
El beso no me dejó pensando en absolutamente nada.
Era un beso.
Ya habían pasado cosas mucho más explícitas entre nosotros como para que eso siquiera clasificara como evento.
A lo mucho, fue un “ah, mira, pasó”, y listo.
Me acomodé en la cama, con la espalda protestando.
La máquina del lado hizo un pitido, como saludando.
Suspiré.
—Podría haberle pedido otro café —murmuré.
Eso sí habría sido útil.
Levanté un poco la cama con el control, intentando encontrar una posición menos tortuosa. Me dolió el costado, me quejé como un viejo de setenta años y volví a dejar todo igual que antes.
Buen avance.
La enfermera entró sin tocar.
—¿Cómo sigue el acróbata? —preguntó mientras revisaba el suero.
—Con menos glamour que ayer.
La enfermera rió, inyectó calmantes en mi suero y salió.
Yo agarré el celular para revisar la hora, los mensajes, cualquier cosa que no fuera mirar el techo.
Nada de Ginevra.
Lógico