Capítulo 25. No dejes de mirarme
El sábado por la tarde, la casa estaba demasiado silenciosa. El murmullo constante de la ciudad parecía quedarse fuera, y dentro, el reloj avanzaba con un ritmo casi burlón. Me dejé caer en el sillón, dejando que mis pensamientos flotaran hacia un único lugar, ella. Cada gesto, cada mirada de la semana, cada palabra contenida en su sarcasmo se repetía en mi mente como un eco al que no podía resistirme.
Saqué el teléfono del bolsillo y me quedé un instante mirándolo, dudando. Respiré hondo y, finalmente, escribí.
Yo: ¿Qué haces?
Presioné enviar antes de poder arrepentirme, y luego me quedé mirando la pantalla como si la respuesta tardara menos de lo habitual en aparecer. Los minutos se alargaban y mi ansiedad crecía. Cada segundo que pasaba sin respuesta era un pequeño pinchazo, pero también un recordatorio de que estaba entrando en su mundo con cuidado, respetando sus reglas.
Cuando finalmente vibró el teléfono, mis dedos casi temblaron al desbloquearlo. Su mensaje era conciso, direct