Capítulo 24. Humores y confesiones
El sofá seguía siendo un territorio delicado, un campo minado de recuerdos y tensiones. Ginevra respiró hondo, cerrando los ojos apenas un instante, y pude notar cómo su cuerpo parecía relajarse un poco.
—Ya me bajó —dijo, con una mezcla de alivio y frustración contenida, dejando escapar el aire que parecía haber estado conteniendo durante días.
No pude evitar inclinarme ligeramente hacia ella, sorprendido por la honestidad de la confesión.
—¿Ah… por eso estuviste así de mal humor toda la semana? —pregunté, intentando mantener la voz casual, aunque me costaba no sonreír.
Ella abrió los ojos, me miró con la mezcla de firmeza y exasperación que solo Ginevra podía lograr, y asintió lentamente.
—Sí —admitió, con una leve risa nerviosa—. Tener un hijo con mi empleado en la primera vez juntos… no estaba en mis planes. Mi humor me jugó muy, muy mal.
No pude evitar soltar una carcajada, divertido por la imagen que me había pintado con sus palabras.
—¿Y por qué simplemente no me lo dijiste? —p