—No logro comprenderte, padre —dijo Killian—. Hablas con rabia de Nadia, afirmas que lo que quieres es traerla de vuelta para que pague por todo lo que nos ha hecho, y sin embargo, en tus palabras todavía hay una especie de defensa hacia ella. ¿Qué ocurre en realidad contigo? ¿Qué hay detrás de esa obstinación? Yo mismo he tenido mis sospechas, y lo que hasta hace un tiempo me parecía apenas una suposición ahora me resulta demasiado claro. Dime la verdad, ¿acaso te fijaste en Nadia?
Jared lo observó en silencio durante unos segundos que parecieron eternos. Sus ojos se clavaron en los de su hijo mayor, y aunque su boca permaneció cerrada, se notaba que su mente buscaba la manera más adecuada de responder.
—Killian, no voy a mentirte. Eres mi primogénito, aquel en quien deposito más confianza que en nadie. Muy pronto serás tú quien lleve sobre los hombros el peso de esta familia, y tendrás la responsabilidad de mantener en alto el apellido Bennet cuando yo ya no esté para hacerlo. Deber