Capítulo 60:La herida Seguía Viva.
Los días en la hacienda comenzaron a fluir con una calma nueva, casi extraña para los tres.
Por las mañanas, el canto de los pájaros despertaba a Lía, que salía a preparar el desayuno mientras Lucía correteaba descalza por los pasillos.
Nicolás solía observarlas desde el ventanal del comedor, con una taza de café en la mano y una expresión serena. Aquella rutina, tan simple y doméstica, lo había devuelto poco a poco a la vida.
Lía, por su parte, se sentía agradecida.
Cuidaba de la casa con dedicación, pintaba cuando el tiempo se lo permitía y ayudaba a Nicolás en todo lo que podía.
Aun así, era cuidadosa: evitaba cualquier esfuerzo que pudiera poner en riesgo a su bebé. Cada movimiento lo hacía con ternura y prudencia, consciente de la nueva vida que crecía en su vientre.
Entre ellos nació un silencio cómodo, de respeto y afecto, que no necesitaba palabras.
Lucía lo llamaba “señor Nicolas”, y aunque él fingía molestarse, se le escapaba una sonrisa cada vez que la niña lo abrazaba.