Dos pasos seguidos por tres, subiendo las escaleras corriendo.
—¿Qué haces en medio de las escaleras? —Leandro se interpone ante Luna, bloqueándola.
—Nada, estaba aburrida, bajando a tomar un poco de aire —Luna echó un vistazo a Leandro.
Las cejas de Leandro, fruncidas, se relajaron ligeramente. Apretó sus delgados labios, avanzó y levantó a Luna en sus brazos, bajando las escaleras y llevándola hasta el sofá en la sala de flores.
El sol se filtraba desde el techo de cristal, tiñendo todo con una capa dorada.
Luna, rodeada y sentada en los brazos de Leandro, permaneció en silencio. Leandro la miró, tomó una uva del plato de frutas sobre el cenicero, de un verde esmeralda, llena y brillante. La peló, abrió sus labios y, con fuerza, se la colocó en la boca.
—¿Tienes mejor el estómago? —preguntó.
La uva, agria y dulce, refrescó su corazón. De hecho, podía aliviar la incomodidad en el estómago de Luna en ese momento. Masticó un par de veces y la tragó.
—He oído que desde la mañana no has c