Jeremías, días antes, le había hablado a Macarena sobre su interés de ponerla en contacto con un agencia de modelaje muy importante en Ginebra; sin embargo, ella había olvidado aquella conversación. Por eso, cuando el coche se detuvo frente a la agencia, se llenó de asombro al ver aquel elegante y ostentoso edificio con el nombre en letras doradas “Emporio Afrodite”
—Hemos llegado —comentó él.
—¿Aquí…? —preguntó ella, girándose hacia él.
Jeremías sonrió, y asintió.
—Sí, es aquí —afirmó—. Lo que te prometí.
Ella lo miró incrédula y luego sonrió, emocionada. Todo lo que estaba viviendo al lado de su amado, era demasiado perfecto como para ser real. Por un instante, pensó que seguía dormida y que aún no se había despertado de aquel sueño.
La agencia era imponente. Poseía una estructura moderna con grandes ventanales de vidrio y mármol claro que reflejaban la luz del día. Elegancia sobria, lujo silencioso.
—Vamos —dijo él colocando su mano a la altura de su cintura.
Ella asintió y en