Me ofreció su mundo pero nunca me dio su corazón

Me ofreció su mundo pero nunca me dio su corazón ES

Romance
Última actualización: 2025-05-28
Melissa  Recién actualizado
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Resumen
Índice

Rebeca Miller aceptó casarse con Charles Schmidt creyendo que, con el tiempo, él podría llegar a amarla. Él nunca le prometió amor, pero le ofreció un mundo: lujo, estabilidad y una familia. Ella aceptó, aferrándose a la ilusión de que su entrega incondicional bastaría para conquistar su corazón. Sin embargo, la realidad fue mucho más dura. Durante años, Rebeca vivió sola entre paredes lujosas, criando a sus trillizos mientras Charles se ausentaba cada vez más, sumergido en su empresa… y en su pasado. Todo terminó de romperse cuando, en su aniversario de bodas, Rebeca llegó a su oficina para sorprenderlo y lo encontró besando a Amelia, la mujer que siempre fue el verdadero amor de Charles. Pero eso no fue lo peor: junto a ellos había un niño pequeño. El hijo de ambos. Ese descubrimiento fue la última herida. La traición final. Y aunque aún lo ama con cada parte de su alma rota, Rebeca decide por fin lo impensable: divorciarse. "Me prometió un mundo… pero nunca me dio su corazón" es una historia de amor no correspondido, de renuncias silenciosas y decisiones valientes. Una mujer que deja de rogar amor y comienza a pelear por su libertad. Porque hay corazones que, aunque rotos, aún tienen el valor de seguir latiendo… pero por sí mismos. Pero lo que ella no sabe es que su partida dejará un vacío en Charles tan profundo que lo enfrentará consigo mismo por primera vez. ¿Será capaz de redimirse? ¿Podrá el amor renacer entre las cenizas del orgullo, el dolor y los secretos? En esta historia de segundas oportunidades, solo la verdad y la pasión podrán decidir el destino de dos corazones heridos.

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Capítulo 1

Prólogo

Prólogo – El aniversario que lo destruyó todo

Por Rebeca Miller

La casa estaba en silencio. Solo el tic-tac del reloj en la pared rompía la calma.

Caminaba de un lado a otro en nuestra habitación, deteniéndome cada tanto para acomodar el mantel blanco que había elegido con tanto cuidado. La mesa estaba perfecta: platos de porcelana, copas relucientes, pétalos de rosa rojos que caían sobre el cristal como si fueran caricias atrapadas en el tiempo. Las velas titilaban suavemente, proyectando sombras largas y cálidas. El aroma de su platillo favorito aún flotaba en el aire.

Me había puesto esa lencería roja. La más atrevida. La que pensé que encendería algo en él. El espejo me había devuelto una imagen que intentaba ser sexy, provocativa… pero debajo del encaje, yo solo era una mujer desesperada por salvar un matrimonio que nunca debía empezar.

Globos dorados. Cintas. Un pequeño cartel que decía: “Feliz primer aniversario” . Todo tan tierno, tan ingenuo. Como yo.

Los nueve.

Los diez.

Las una vez.

Nada.

Me senté frente a la mesa. Sirví dos copas de champaña. Solo una se vació. Luego, otra. Y otra más. Las velas empezaron a apagarse solas, derretidas por el tiempo… como yo.

A la medianoche, la comida que había cocinado con esperanza comenzó a enfriarse.

A la una, las lágrimas ya habían corrido todo el maquillaje.

A las tres de la madrugada, la puerta finalmente se abrió.

Él entró. Charles.

Alto. Elegante. Ni una pizca de culpa en su rostro. Ni una palabra.

Se quedó parado, observando. La mesa aún decorada. Las velas ya consumidas. Los globos medio desinflados. Y yo... con la lencería arrugada, los ojos hinchados de tanto llorar, el labial corrido, la piel helada.

— ¿Qué es todo este desastre? —Fue lo único que dijo, con la voz seca, sin emoción.

Me levanté como pude. Sentía el cuerpo pesado, el corazón más aún. Sostuve mi copa vacía y con voz apenas firme susurré:

—Hoy… era nuestro aniversario. El primero. ¿Ya lo olvidaste?

Charles se acercó. Sus ojos eran de mármol.

—No lo olvidé —respondió sin una pizca de emoción—. ¿Cómo olvidaría el día que me desgraciaste la vida con este absurdo matrimonio?

Saliva tragué. Sus palabras me golpearon más que cualquier puñetazo.

Di un paso atrás. Como si pudiera protegerme de él. De su odio.

—Te lo dije en el altar, y te lo repito ahora —continuó, acercándose más—: Puedo darte lujos, joyas, mi apellido... pero jamás tendrás mi corazón.

Algo dentro de mí se quebró. Algo profundo. Irreparable.

—¿Por qué, Charles? —susurré—. ¿Por qué te casaste conmigo si me desprecias tanto?

Él soltó una risa amarga, seca.

—Porque me dejaste sin opción. Porque quedaste embarazada. Porque tu padre nos chantajeó con arruinar el apellido Schmidt. Porque tú y tu familia vieron en mí su pase al paraíso.

—¡Eso no es cierto! —grité, con el alma hecha trizas.

-¿No? —me miró de arriba abajo, con esa mirada que me hacía sentir pequeña—. Mirate. Esta escena ridícula. Esta ropa. Esta cena absurda. ¿De verdad pensaste que esto cambiaría algo?

—Solo quería intentarlo, que te dieras cuenta de que podemos ser felices, pero veo que tú no piensas igual que yo. —Te odio, Charles. Te odio con todo mi corazón —le escupí las palabras, aunque me ardían más a mí que a él.

Y entonces, molestando. Una sonrisa ladina, venenosa.

—Eso no te lo crees ni tú —susurró, acercándose a mí hasta que su aliento rozó mi piel—. Si me odiaras, no estarías aquí esperándome con esa ropa y esta mesa de cuentos de hadas.

Me sujetó el brazo. Con fuerza. Como si yo le perteneciera. Me empujó hacia la cama.

— ¿Quieres tu noche especial, Rebeca? Pues la vas a tener.

—Charles… no así. Por favor… —supliqué.

Pero no le importó.

Me empujó sobre la cama con rabia. Se desabrochó la camisa. Se quitó la corbata. Su mirada era mezcla de deseo y desprecio.

—Vamos, Rebeca. No finjas. Sé que lo deseas. Siempre lo has deseado. ¿No fue así como empezó todo esto?

Lloraba. Pero no grité. No lo empujé. Porque en el fondo… no sabía si me rompía más su rechazo o su cercanía.

Me besó con violencia. Me tocó con urgencia. Y cuando me penetró, no fue amor… fue castigo.

—Dime que te gusta —decía contra mi cuello.

Yo no dije nada. Solo cerré los ojos y me déjé llevar. Porque cuando el amor se mezcla con el miedo… uno ya no sabe cómo escapar.

Cuando terminó, se levantó como si nada. Se abotonó la camisa. Se ajustó el reloj. Miró la habitación: las flores aplastadas, mi cuerpo inmóvil, mi alma vacía.

—No vuelvas a organizar un aniversario más —dijo sin mirarme—. Porque la próxima vez… será peor.

Y se fue.

Cerró la puerta con la misma frialdad con la que abrió mi infierno.

Me quedé ahí. En la cama. Tiritando, sin sábanas, sin dignidad.

Miré el techo. No lloré más. Las lágrimas se habían secado.

Ese fue el día que entendió que Charles nunca me amó.

Y que tal vez… yo tampoco sabía lo que era el amor.

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soaguivera01
Melissa danos un maratón me está gustando mucho la historia
2025-05-28 06:59:06
0
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soaguivera01
Autora Melissa me gustó mucho tu historia cuando actualizas me quedé prendada por leer más
2025-05-27 23:11:01
0
6 chapters
Prólogo
Capítulo 1 Una familia feliz... en apariencia
Capítulo 2 Dos líneas que lo cambiaron todo
Capítulo 3 El rostro de la verdad
Capítulo 4 Es mi oportunidad
Capítulo 5
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