Capítulo 9

Leo estaba esperándola afuera.

Apoyado en la pared.

Con ese porte aristocrático que él ni sabía que tenía.

—¿Todo bien? —preguntó en cuanto la vio.

—Sí. Iré al ultrasonido. Gracias por… bueno… por todo. No tienes que quedarte. Perdí tu reunión.

Leo metió las manos en los bolsillos.

—Mi empresa no va a caerse porque no vaya a una reunión. Vamos.

—No, no vas a entrar conmigo —se adelantó ella.

—¿Por qué no?

—Porque… —y no encontró un argumento coherente.

Él respiró hondo, molesto, pero cedió.

—Bien. Buena suerte. —Sus ojos se volvieron más fríos, más dolidos.

Ella no entendía por qué le afectaba tanto.

El ultrasonido fue…

Diferente.

Mágico.

Extraño.

Perfecto.

Isabella vio a su bebé.

A su hijo.

A ese pequeño ser que llevaba seis meses creciendo en su vientre silencioso. Era un varón. Iba a tener un niño-. 

Cuando salió al pasillo, llevaba la foto en la mano como si fuera oro.

Pasó otra vez por el consultorio del Dr. Thanos. Él revisó las imágenes y confirmó:

—Todo está perfecto. El dolor pudo deberse al cambio de trimestre o quizá la misma condición de la anemia que tienes. Debemos monitorearte. 

—Gracias —susurró ella—. Me hubiera encantado que fueras mi médico.

—Piensa lo de venir conmigo —respondió él.

Isabella salió hacia el estacionamiento.

Allí estaba Leo.

De pie junto a su auto negro, elegante.

Teléfono en mano.

Parecía furioso.

—¡No me importa quién sea! ¡Lo haré pagar! —gritó justo antes de colgar.

Isabella se acercó con cautela.

—¿Todo bien?

Leo se giró.

Sus ojos verdes ardían.

—¿Todo bien con tu hijo? —preguntó él, bajando el tono.

—Sí —ella sonrió con el alma—. Míralo. —Le mostró la imagen—. Es hermoso, ¿verdad?

Leo tragó, sin tocar la foto.

—Sí… lo es —susurró, sincero.—Es un varón. Felicidades. 

—¿Y tú? ¿Qué pasó? Pareces enojado.  Disculpame en verdad, te hecho perder el tiempo y se nota que estas retrasando el trabajo por mi...

Leo resopló con furia contenida.

—Me robaron. Esto no tiene nada que ver contigo. 

—¿Cómo? ¿En tu empresa?

—Un infiltrado. Cinco millones de euros. Y estoy seguro de quién fue. El desgraciado cree que puede esconderse… pero no sabe con quién se metió. Primero acabaré con ese maldito Ektor Thomásis, y luego con quien esté detrás.

Isabella sintió que el corazón se le detuvo.

Literalmente.

Todo se le movilizó de golpe.

—¿Qué nombre acabas de decir? —preguntó con la voz temblorosa.

Leo repitió:

—Ektor Thomásis.

Ella sintió que las piernas le fallaban.

El mundo se volvió borroso.

La sangre le zumbó en los oídos.

Ektor Thomásis

El esposo de su hermana.

El padre de su sobrino.

Su cuñado.

El hombre que había sido parte de su familia desde hacía mas de una decada. 

Leo dijo algo más, pero Isabella ya no podía escuchar.

Todo se apagó.

Leo alcanzó a correr y atraparla antes de que cayera al suelo.

La sostuvo contra su pecho.

Sintió el peso ligero de ella.

Su vientre firme de seis meses.

Su respiración que se iba.

—Isabella —la llamó, desesperado—. Hey… mírame. Isabella.

Pero ella ya estaba inconsciente.

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