La noche se extendía como un manto espeso sobre las afueras de Bolonia. La mansión, una construcción de piedra olvidada por el tiempo, se iluminaba esta vez con luces doradas y tenues, como si intentara maquillar la oscuridad que albergaba. Era el lugar perfecto para camuflar las verdaderas intenciones de las personas que ingresaban allí, intenciones oscuras y crueles... que helaban la sangre de cualquiera. Autos de lujo comenzaron a llegar uno por uno, cruzando el portón con vigilancia armada, bajo la mirada escrutadora de hombres vestidos de negro. Autos que dejaban claro que quienes se transportaba allí tenían dinero de sobra. En el interior, la atmósfera era otra, vino añejo, puros encendidos, bandejas de plata con manjares cuidadosamente dispuestos. Todo perfecto para que la noche fuera estupenda. Las paredes estaban cubiertas con cortinas oscuras, y una gran sala dominaba el espacio, con sillones de cuero y una tarima vacía al fondo, iluminada por un único foco que caía como
Mientras tanto en la mansión de Antonio, Leonardo Rossi se acomodó en su asiento. Su expresión era calculadora, como si estuviera mirando una joya que ya había comprado.Antonio extendió un brazo hacia el centro de la sala.—Que empiece la función — dijo con voz fría.Mateo llevó a Aurora hasta la tarima. Ella se resistió al subir, pero él le apretó la muñeca con brutalidad y la empujó con fuerza. Aurora trastabilló, pero se mantuvo de pie.Aurora estaba a punto de entrar en crisis, la imagen que tenía al frente de esos hombres allí sentados observando como si ella fuera un trozo de carne, un trofeo... le ponía la piel de puntas, la ponía completamente nerviosa. Antonio se posicionó a un lado, tomando un pequeño martillo de madera. Su tono era el de un showman de feria, pero su mirada destilaba veneno.Mientras el convoy llegó a las cercanías de la mansión, no hubo sigilo. No era necesario. Era una declaración de guerra. Los primeros disparos tronaron en cuanto los guardias intent
Cristales reventando, casquillos cayendo como lluvia, gritos de heridos y el bramido de DanteQuien subió las escaleras como una bestia desatada al ver que Antonio salió corriendo. Cada paso que daba era una amenaza para el mundo. En el pasillo del segundo piso, más enemigos lo esperaban. No importaba. Ninguno tenía la rabia, el dolor ni la determinación que él llevaba dentro. Ninguno pensaba en Aurora.Una bala le rozó el brazo izquierdo. No se detuvo, disparó a ciegas y acertó. Otro hombre cayó. El siguiente intentó escapar, pero Dante le disparó por la espalda. Nada lo frenaba. Ni el dolor, ni la sangre, ni el caos.Al fondo del pasillo, una gran puerta doble. Antonio estaba allí. Lo sabía.—¡ANTONIO! —rugió como un animal.Del otro lado, el silencio.Dante alzó el pie y pateó con toda su fuerza. Una, dos, tres veces. Al cuarto golpe, la puerta cedió y se abrió con fuerza.Antonio lo esperaba con una pistola en la mano y una sonrisa torcida.—Tardaste —dijo.Dante disparó sin pensa
El fuego devoraba la mansión con un rugido constante. Las llamas trepaban por los muros como lenguas vivas, y el humo comenzaba a engullirlo todo. El estruendo de maderas cediendo y vidrios estallando formaba un coro apocalíptico mientras Dante avanzaba con Aurora en brazos. Su cuerpo, manchado de sangre y ceniza, era apenas contenido por los músculos tensos de su amada Ella lo miraba con los ojos húmedos. El vestido rojo de látex aún colgaba rasgado sobre su cuerpo. Había marcas en su piel, golpes, heridas, pero sus labios esbozaban una leve sonrisa cuando lo vio.—Dante… —susurró con la voz rota.Él no dijo nada al principio. La apretó contra su pecho, le acarició la nuca con ternura inusitada, y la besó. Un beso profundo, desesperado, como si el mundo se acabara en ese instante y sólo pudieran salvarse a través de ese contacto.Cuando se separaron, sus frentes se tocaron. Él la miró con una intensidad feroz.—Nunca más —murmuró—. Nunca más voy a dejar que alguien te toque, te hie
Vittorio bebió una copa lentamente, dejando que el líquido amargo deslizarse por su garganta mientras quemaba con fuerza a su paso. Su teléfono sonaba en su bolsillo. La llamada lo tomó por sorpresa, pero no tardó en contestar con una mezcla de impaciencia y curiosidad por saber de ella. Ella era lo único que en estos momentos invadía su pensamiento. La voz del otro lado le informó que ella ya había sido rescatada, y en ese momento, una sensación encontrada lo atravesó: una parte de él sintió satisfacción, pero otra aún permanecía tensa, como si una sombra de duda se aferrara a su mente.Una en donde ella iba a agradecerle al hombre incorrecto. Sentía una mezcla de impotencia y satisfacción: impotencia porque no había sido él quien la había sacado de aquel infierno, y eso pesaba bastante en su ego. La idea de que alguien más hubiera tenido esa victoria le incomodaba profundamente. Sin embargo, también experimentaba una satisfacción genuina al saber que, al menos, ella no estaba en
Vittorio recibió una llamada y en ese instante supo que por fin su hermana había despertado.Sin perder tiempo, pasó la mano con suavidad por el hombro de Francesco, ofreciéndole algunas palmadas que, aunque pequeñas, eran un gesto de advertencia. Sabía que el viejo, con toda su experiencia y astucia, podía serle útil siempre y cuando permaneciera de su lado, alineado con sus intereses. En el fondo, comprendía que cualquier aliado podía marcar la diferencia en su plan, y que mantener a Francesco sería fundamental para lo que estaba por venir.Pero si en algún momento Francesco decidía actuar en contra de sus intereses, si optaba por una vía diferente, entonces ese viejo le sería completamente inútil y, en cierto modo, una carga. La lealtad era útil y, en su juego, solo valía si se utilizaba a su favor.Sin perder más tiempo, Vittorio salió rápidamente en su automóvil, dirigiéndose directo a la casa. Consciente de que Fiorella podía ponerse peor que una fiera si no lograba calmarla a
El sudor de su frente bajaba lentamente por su rostro, era como si el tiempo se hubiese detenido en ese mismo momento.Su cuerpo dolía como nunca, los golpes en sus costillas hacían que Dante se retorciera de dolor, aún así su mandíbula seguía tensa, y con la firme intención de salir de ahí con vida. Dante alzó su mirada, y vio una vez más el azul celeste de los ojos de sus amada cerrarse por última vez, la mujer de su vida, maldijo internamente, porque el día que se suponía que iba hacer el más feliz de sus vidas… se había convertido en un completo infierno.—¡Jamás pensé tener tanta suerte en esta vida!, y vaya que siempre he sido un hombre con mucha suerte!, ¿Acaso no lo crees primito? —exclamó Antonio tomando fuertemente la mandíbula de Dante, él tenía su mirada fija en Eva, quien yacía inerte a un lado de sus pies.Dante apretó un poco sus manos, la impotencia era evidente, solo quería soltarse y correr a los brazos de su amada, poder salvarla, poder estar ahí para ella.—Disfru
Aurora pegó un brinco, aún así hizo lo que aquel hombre mal herido le pedía, se inclinó aún más y ayudó al hombre a subir a su auto.—¿Qué esperas? ¡maldita sea!, ¡Arranca! —exclamó Dante.—Señor, no puedo conducir, al menos no hasta que detenga el sangrado o de lo contrario puede morir, en realidad no quiero cargar con un muerto en mi auto —exclamó Aurora mirando por el retrovisor.Los ojos de Dante rodaron, al mismo tiempo que maldecía por dentro, sabía que era cuestión de minutos para que Antonio llegará a ese lugar y cumpliera con su cometido, acabar con él, quitarle la vida sin pensarlo. —¡Está bien! Haga lo que se le dé la maldita gana, eso sí, si intenta hacer algo en mi contra no dudaré en meterle un tiro en la cabeza —vociferó Dante, se inclinó aún más en el asiento trasero del auto y abrió su camisa y así la mujer pudiera ayudarlo.Aurora respiró profundo, caminó hasta el baúl del auto y sacó su maletín, no creía que lo utilizaría, mucho menos en sus vacaciones, aún así cam