47. La Caída
Max y yo nos quedamos solos.
El silencio entre nosotros era denso, cargado de todo lo que acababa de pasar. Podía sentir su furia contenida radiando en olas casi tangibles.
—Debo ir al baño —murmuré, necesitando un momento para recomponerme.
Max no respondió inmediatamente. Solo me miró con esos ojos azules que ahora parecían más oscuros, más tormentosos.
—No tardes —fue su única respuesta, aunque sus ojos decían mucho más.
Entré al tocador y cerré la puerta, apoyándome contra ella. El espejo me devolvió un reflejo que apenas reconocí—la máscara perfecta resquebrajándose en los bordes.
Las palabras de Alejandro resonaban en mi cabeza: "Mañana publicaré todo."
Respiré hondo, recompuse mi maquillaje con manos temblorosas, arreglé mi cabello. Cuando salí, Max estaba exactamente donde lo había dejado, apoyado contra la pared del pasillo como centinela esperando.
Sus ojos se clavaron en mí con una intensidad que me dejó sin aliento.
—Te advierto que no hice nada porque no quería hacer un es