3. Nuevas Condiciones
La puerta de la habitación se cerró detrás de mí con un clic definitivo. No un golpe. No un portazo. Solo ese sonido pequeño y preciso que marca el final de algo.Necesitaba aire. Necesitaba espacio lejos de él, lejos de Isabela, lejos de todo. Pero cuando entré al ala oeste, la realidad me golpeó.Miré alrededor. Esta no era mi habitación de antes. Era una suite de invitados de lujo, impersonal y fría. La paleta de colores se movía entre grises austeros y beiges sin vida. Muebles de diseño minimalista, tan afilados y funcionales como el propio Max, estaban alineados con una simetría enfermiza. En las paredes, arte abstracto que no evocaba nada. Ni un libro fuera de lugar, ni una foto, ni un solo objeto personal. Era el estilo de Max: impecable, costoso y sin alma.Recordé mis intentos inútiles de darle calidez a esta casa: un cojín mostaza, una manta tejida por mi madre, una planta junto a la ventana. Detalles pequeños que él borraba con la misma frase repetida: "La mansión tiene su p
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