Isabella se lanzó contra él con una fuerza que nadie esperaba.
—¡Cobarde! —gritó, sus ojos brillando con la ira de una loba herida—. ¡Vamos, Kaen, atrévete a atacarme!
El lobo de Kaen, enorme, de pelaje oscuro y mirada imponente, se quedó quieto. No se movió ni un centímetro.
El silencio se apoderó del campo.
Todos esperaban el golpe final, el rugido, la furia del Alfa… pero no llegó.
Entonces, Kaen levantó el rostro hacia la luna y dejó escapar un aullido profundo, un sonido que heló la sangre de su propia manada.
El aullido de rendición.
Un murmullo recorrió la arena, luego gritos.
La manada de Luna Nueva no lo podía creer.
Su Alfa, su invencible Kaen, había perdido… y lo peor: había perdido contra su ex Luna.
Los de Luna Blanca estallaron en júbilo.
Los lobos alzaron la cabeza, aullando en honor a Isabella.
Ella, jadeante, con el pecho alzado y la mirada firme, se giró hacia Mike y lo abrazó con una sonrisa.
Kaen observó esa escena desde el otro extremo del campo, y algo dentro de