Kaen logró evadir el ataque de Hiran, y lanzó un golpe contra su mano, haciendo que la daga cayera sobre la arena.
En ese momento, los lobos guardias del torneo corrieron, intentando someter a Hiran.
Pero su fuerza era increíble, y pronto se unieron más guardias, hasta que lobos de la propia manada Luna Blanca lo ayudaron a contenerlo.
Isabella miró los ojos de Hiran, y lo supo casi de inmediato.
—¡Detengan esto! ¡Nuestro Alfa ha sido envenenado! —gritó, con una mezcla de horror y furia en su voz.
Todas las manadas restantes quedaron perplejas, y los grandes sabios del torneo fueron a ver qué ocurría.
Pronto, los curanderos fueron a atender a Hiran, apenas contenido. Al verlo, supieron perfectamente lo que pasaba.
—¡Usaron la poción de Cáliz sobre él! —exclamaron, horrorizados.
Esa hierba, llamada Cáliz, lograba encender una ira bestial en los lobos, pero en Alfas, Lunas y Betas, era aún peor.
Su uso estaba terminantemente prohibido.
Isabella estaba furiosa, y cuando Kaen la miró, supo