Al volver a la manada, todos supieron lo ocurrido. La noticia de la muerte de Dante había viajado rápido, como un susurro en el viento, cargada de emociones encontradas.
Aunque muchos sintieron alivio por la desaparición de un ser tan peligroso, Claire fue la única que lloró genuinamente por él.
Su llanto era un torrente de dolor y frustración, pero no solo por la pérdida de Dante, sino porque, en su mente, culpaba a Isabella.
Claire observó a su alrededor y notó que nadie parecía importarle su sufrimiento.
Sus compañeros de manada la miraban con indiferencia, y esa falta de atención la hirió aún más.
Fue entonces cuando la desesperación la llevó a buscar a Ruby, su antigua amiga, que siempre había tenido un lado oscuro que Claire conocía muy bien.
Ruby la miró con duda cuando se encontraron.
No quería que las vieran juntas, especialmente en un momento tan delicado.
—Quiero que destruyas a Isabella —dijo Claire, su voz temblando de rabia—. No me importa cómo, pero lo harás. Quiero que