El silencio que siguió al grito fue espeso. Elira jadeaba, con los ojos desorbitados, sintiendo aún el temblor de su cuerpo mientras el extraño fuego que la rodeaba se extinguía lentamente. A su alrededor, el aire olía a metal caliente y sangre. Kael se arrodilló frente a ella, tomándola de los hombros, sus manos temblorosas.
—Elira… —murmuró con voz ronca—. ¿Estás… estás bien?
Ella parpadeó, como si regresara de otro mundo. El suelo bajo sus pies ya no temblaba, pero su alma seguía sacudida. Algo en su interior se había roto… o había despertado.
—Lo vi —susurró ella, aún sin mirar a Kael—. Vi todo…
Él no necesitó preguntar. Sabía a qué se refería.
Los recuerdos de otras vidas, otras muertes, otras promesas… habían vuelto a ella como un río desbordado. El bosque, la luna teñida de sangre, las voces antiguas llamándola por nombres que ya no recordaba, y Kael… Kael en cada una de esas vidas, siempre buscándola, siempre perdiéndola.
Pero también lo vio a él. Al otro.
A Luka.
Esa presenci