El aire estaba impregnado de un aroma antiguo, como si el tiempo mismo respirara en la sala donde Eira, Aidan y los demás se reunieron. Habían llegado al corazón de los archivos olvidados del clan Caelum, bajo una bóveda sellada con runas que solo se activaban con sangre vinculada al linaje maldito. La de Eira.
Las puertas se abrieron con un crujido que heló la sangre de todos. Adentro, las paredes estaban cubiertas de inscripciones y dibujos que parecían moverse a la luz de las antorchas, como si esperaran desde hacía siglos ser leídos, comprendidos.
—Aquí se originó todo… —susurró Eira, tocando el borde de un mural que mostraba una figura femenina envuelta en sombras y luz a la vez.
Una voz temblorosa respondió detrás de ella. Era Elrick, el más anciano del consejo espiritual.
—El ritual del Equilibrio fue sellado aquí. Fue la única oportunidad que tuvimos para detener la ruptura entre los mundos. Pero falló… porque no estaba completa la marca.
Eira se giró con el ceño fruncido.
—¿Q