El aire era denso, casi sólido. Ella lo sentía apretando sus pulmones como si el pasado se hubiese deslizado bajo su piel y no quisiera soltarla. La habitación estaba en silencio, pero su mente era una tormenta. Seguía sintiendo la sombra de esos recuerdos que no eran de esta vida, pero dolían como si sí lo fueran.
El rostro de aquel hombre seguía clavado en su mente: no el actual, no el que ahora la seguía con esa mirada rota y posesiva, sino el de una vida anterior. Uno que la amó con una devoción que cruzaba los límites de lo saludable… y terminó por destruirlo.
—¿Por qué no puedo dejar de recordarte así? —susurró mientras acariciaba la cuna vacía, donde el bebé dormía momentos antes.
No había nadie en la habitación. Solo el tenue resplandor de la lámpara y el zumbido de su propio corazón.
Y entonces lo sintió. Un tirón. Una especie de vacío que se abría dentro de ella.
No era la primera vez que sucedía.
Sus párpados cayeron con el peso de un parpadeo… y cuando volvió a abrirlos, n