La noche habĂa caĂdo con una quietud inusual, como si el bosque entero contuviera el aliento. Eira despertĂł sudando, aunque el aire era frĂo y denso. HabĂa soñado con una voz. No con palabras… sino con un eco. Uno que le hablaba desde lo profundo de la tierra. Uno que parecĂa... conocerla.
Al salir de la cabaña, sus pies se hundieron ligeramente en el suelo húmedo, y un susurro apenas audible recorrió los árboles, llamándola por su nombre.
—Eira… vuelve… recuerda…
Se estremeciĂł.
Desde que el Consejo le revelĂł su conexiĂłn con la antigua maldiciĂłn, una parte de ella se habĂa empezado a quebrar. O a despertar. No sabĂa cuál de las dos era más aterradora.
HabĂan pasado tres dĂas desde que el consejo, con miedo mal disimulado, reconociĂł pĂşblicamente que Eira podĂa ser el eslabĂłn perdido entre la creaciĂłn del maleficio y su posible ruptura. Algunos ancianos no querĂan verla ni dirigirle la palabra. Otros la seguĂan de cerca, con una mezcla de respeto y temor. Incluso su presencia alter