El dolor la despertĂł antes que el amanecer. No era fĂsico, sino más bien una punzada honda, como si algo dentro de ella hubiese sido arrancado. Elira se sentĂł en el jergĂłn improvisado, jadeando, las manos temblorosas. HabĂa soñado con fuego. Con sangre. Con una voz masculina que gritaba su nombre en la oscuridad, rompiĂ©ndose en un eco desgarrador. Y luego… el silencio.
Kael dormĂa a su lado, envuelto en mantas, el ceño levemente fruncido incluso en el descanso. Elira lo mirĂł con una mezcla de ternura y temor. HabĂa algo que Ă©l no le contaba, algo que ardĂa en el fondo de sus ojos como brasas bajo la nieve.
Se levantĂł, saliĂł de la cabaña, y se adentrĂł en el bosque. La luna seguĂa ahĂ, alta y firme, vigilante. La luz bañaba su piel morena clara con un resplandor suave, y sus ojos dorados brillaron con un fulgor que no le pertenecĂa del todo.
RecordĂł.
No era un recuerdo claro, no del todo. Era más bien un torrente: imágenes difusas, sentimientos nĂtidos, una vida que no era esta… pero qu