Emma Baker siempre ha sentido que no encaja en el mundo que la rodea. Sin embargo, un giro inesperado del destino la vincula con Diego Holman, un alfa poderoso y enigmático atrapado entre su deber y el deseo de proteger a su manada. A raíz de un error médico, sus vidas se entrelazan de manera irreversible, exponiéndolos a secretos ocultos, enemigos despiadados y una atracción imposible de ignorar. Mientras Emma descubre la magnitud de su verdadera esencia, Diego debe enfrentarse a la lucha interna entre el amor y la lealtad. Juntos, deberán desafiar las reglas de un mundo donde los instintos gobiernan y el destino parece escrito con sangre y luna llena. ¿Podrá el amor romper las cadenas del pasado y forjar un futuro que desafíe todos los límites?
Leer másEl sonido de la lluvia repiqueteaba contra los ventanales de la moderna oficina de Emma Baker. Sentada detrás de su escritorio, revisaba los últimos contratos de su agencia de publicidad. La luz de su computadora iluminaba su rostro de rasgos delicados, sus ojos lila resplandecientes con una intensidad única. A pesar de su éxito profesional, sintió un vacío inexplicable, una sensación de que algo le faltaba. Su vida había dado un giro inesperado hacía unos meses. Después de la traición de Derek, su expareja, había decidido centrarse en su carrera y en su mayor sueño: ser madre. No necesitaba un hombre para lograrlo, y por eso había optado por la fertilización in vitro. Ahora, su vientre albergaba una nueva vida, una decisión que había tomado con plena convicción, sin saber que aquel embarazo cambiaría su mundo de maneras que jamás imaginó.
Un golpe en la puerta la sacó de sus pensamientos.
—Emma, tienes una llamada importante —dijo Sofía, su mejor amiga y asistente. Emma sospechó y tomó el teléfono. —¿Señora Baker? —la voz del doctor en la otra línea sonaba tensa . Necesitamos que vengamos a la clínica. Hay algo… algo extraño en sus resultados. Emma frunció el ceño. — ¿Algo extraño? ¿Mi bebé está bien? —No se preocupe, pero preferiríamos explicárselo en persona. ¿Puede venir hoy? El tono del médico la inquietó, pero avanzando. —Sí, estaré ahí en una hora.Cuando colgó, su instinto le decía que algo estaba por cambiar.
A kilómetros de distancia, en un bosque denso y apartado, Diego Holman entrenaba con su Beta, Jack. El Alfa de la Manada Luna Negra era un hombre imponente, de mirada intensa y un físico tallado por los años de lucha y liderazgo. Su cabello castaño se pegaba a su frente por el sudor, y sus ojos verdes oscuros brillaban con la intensidad de un depredador. —Te noto distraído, Diego —comentó Jack, esquivando un golpe—. ¿Es por Marcus? Él nombre de su hermano bastó para soportar su expresión. —No confío en él. Ha estado demasiado callado últimamente, y eso solo significa problemas. Jack admitió. —No estás equivocado. Algunos miembros de la manada han escuchado sobre rumores de movimientos extraños en el pueblo. Diego apretó los puños. Desde que asumió su rol como Alfa Supremo, su mayor desafío había sido contener la ambición de Marcus. Pero en los últimos meses, algo en el aire se sintió diferente. De repente, un fuerte latido resonó en su pecho. Un dolor extraño se apoderó de su cuerpo, como si una energía desconocida lo recorriera. —¿Diego? —Jack lo miró preocupado. El Alfa respiró hondo. —Estoy bien… solo fue un instante. Pero en su interior, algo le decía que no era un simple malestar. Que en algún lugar, algo había cambiado. Y su destino estaba a punto de entrelazarse con el de una mujer que nunca había visto antes. Emma salió de la clínica con el corazón acelerado. Los análisis lo confirmaban: su embarazo no era normal. La muestra de semen no pertenece al donante que ella había elegido. Su hijo... era de alguien más. Y ahora, debía averiguar quién era el padre de su bebé. Porque algo dentro de ella le decía que aquel hombre. no era humano.El tiempo parecía flotar en un remanso de amor y paz. La manada de los Blancos resplandecía con fuerza, restaurada y unida, pero era dentro de la cabaña de Emma y Diego donde ardía la llama más intensa: la del amor, la familia… y la vida por venir.El embarazo de Emma transcurría con plenitud. Su vientre crecía, redondeado y hermoso, y Diego no podía quitarle los ojos de encima. La acariciaba como si tocara algo sagrado, le hablaba al bebé como si ya lo conociera, y se dormía cada noche con la cabeza apoyada sobre su pancita, escuchando los latidos de esa nueva alma que llegaría pronto.Pero una madrugada tranquila, todo cambió.Una contracción fuerte y repentina despertó a Emma. —Diego… amor… —jadeó—. Ya vienen. Él se incorporó tan rápido que tropezó con su propio pie. —¿¡QUÉ!? ¡¿AHORA?! ¡¿HOY?! Emma asintió, respirando entre risas y dolor. —Sí, amor. Respira conmigo. No entres en modo lobo salvaje.Diego corría por toda la cabaña, gritando cosas incoherentes: “¡Agua! ¡Toall
La manada de los Blancos se había convertido en un lugar de calma, luz y esperanza. Pero para Emma y Diego, los días se habían teñido de un color aún más intenso: el del deseo imparable y el amor feroz. Desde que Emma había comenzado a mostrar su embarazo, el vínculo con Diego se volvió más profundo, más carnal, más urgente. Ella no solo sentía la vida creciendo en su interior, sino también el fuego constante de sus hormonas desbordadas, ese anhelo ardiente que solo Diego podía calmar… o avivar aún más. Pasaban días enteros encerrados en su cabaña. Nadie se atrevía a molestarlos. Todos sabían —y escuchaban— los gemidos apagados, los golpes rítmicos del cuerpo de Diego sobre Emma, sus risas, sus juegos, su locura compartida. Diego la adoraba con un hambre que no se apagaba. La recorría con las manos, la boca, el alma. La tomaba una y otra vez hasta dejarla temblando, exhausta, con el cuerpo marcando su amor en cada centímetro.—Dioses, Emma… no me canso de ti —susurraba contra su
Pasaron semanas desde que la batalla terminó, y el mundo de Emma se volvió más cálido, más íntimo, más lleno de él. Diego. Su pareja. Su alfa. Su todo. La reconstrucción de la manada seguía, sí… pero dentro de la cabaña que compartían, no había guerras, ni estrategias, ni deberes. Solo sus cuerpos, sus gemidos, y la danza ardiente de un deseo que no conocía descanso. Durante días, Emma apenas salía. El calor de su embarazo y la energía sobrenatural que ahora fluía en su cuerpo hacían que su deseo por Diego se intensificara, al punto de volverse insaciable. Lo deseaba constantemente, y él no se negaba. Lo hacía suyo una y otra vez. Ella le pedía más, le rogaba con los ojos, con la boca, con el cuerpo, y él respondía con pasión salvaje y entrega absoluta. —No tienes idea de lo que me haces sentir —le murmuraba Diego mientras la acariciaba con fuerza, recorriendo con las manos cada curva de su piel, cada estremecimiento que le arrancaba el placer. Emma arqueaba la espalda, ja
La noche había caído sobre la manada de los Blancos, trayendo consigo el aroma fresco de la tierra húmeda y el susurro del viento entre los árboles. Dentro de la cabaña, el ambiente era distinto. Más cálido. Más íntimo. Más primitivo. Emma y Diego se encontraban en la cama, sus cuerpos aún entrelazados, sus respiraciones agitadas después de haberse amado con una necesidad feroz. Pero Emma no estaba satisfecha. No podía estarlo.Su piel hormigueaba con la necesidad de más. Sus sentidos estaban amplificados por el embarazo, su deseo por Diego aumentaba con cada roce, con cada beso que él dejaba en su piel. —No tienes idea de lo que me provocas —murmuró Diego contra su cuello, deslizando los labios por su clavícula mientras sus manos se aferraban a sus caderas. Emma se arqueó bajo su toque, jadeando cuando sus dedos recorrieron su cuerpo con la precisión de alguien que la conocía a la perfección. —Entonces demuéstramelo —susurró, desafiándolo. Los ojos de Diego brillaron con un
El viento soplaba con un aroma distinto sobre las tierras de los Blancos. Ya no olía a muerte ni a cenizas, sino a renacimiento. La batalla había terminado, pero la verdadera lucha apenas comenzaba: reconstruir lo que Sebastián destruyó.Emma, de pie en lo alto de una colina, observaba el movimiento de su manada. Lobos en su forma humana y animal trabajaban juntos, levantando estructuras, reparando viviendas y reforzando las defensas del territorio. Los antiguos caminos, una vez cubiertos por la maleza, volvían a abrirse con cada piedra removida.El renacer de la manadaNathan caminaba a su lado, supervisando la asignación de tareas. Su hermano, quien había sido apartado de ella por la tragedia, ahora era su apoyo inquebrantable.—Esto es más grande de lo que imaginé —comentó Emma, viendo a un grupo de jóvenes aprendiendo técnicas de combate de los guerreros más experimentados.—Sí, pero es necesario —respondió Nathan. —No solo debemos reconstruir nuestra aldea, también debemos asegura
El silencio que envolvía el claro del bosque se rompió con el sonido del viento, que soplaba como un susurro ancestral. Emma aún sentía su corazón latir con fuerza. La revelación de que su madre y su hermano Nathan estaban vivos sacudía cada fibra de su ser. Su mente trataba de ensamblar los fragmentos de un pasado que le había sido arrebatado. Su tía Ana, con la mirada empañada por la emoción, se acercó lentamente. Su voz era suave, pero cargada de verdad. —Emma… sé que esto es abrumador, pero hay mucho que necesitas saber. Emma tragó saliva y asintió. Su mirada se dirigió a Nathan, quien mantenía la cabeza alta, con una postura firme y la esencia de un verdadero guerrero. Su madre, a su lado, tenía lágrimas en los ojos, pero su expresión reflejaba una fortaleza inquebrantable. —¿Cómo es posible? —susurró Emma—. Yo… los vi morir. Ana suspiró y miró al cielo, como si buscara fuerzas para contar aquella historia que tanto había guardado. —Sí, murieron… pero no para siempre.
Último capítulo