Mi nombre es princesa Antara primera del reino Kael, o al menos ese era mi nombre, pero cuando el reino de las brujas cayó, mi vida cambio, pase de vestir sedas y ser adornada con oro, a ser cubierta con harapos y lodo, una vagabunda mendigando en las calles del reino de Joako, los lobos son crueles con los extraños, pero entre todos ellos, creí tener una posibilidad de vivir, fingiendo ser una simple humana, el Duque White sufría por la pérdida de su hija y me acogió como remplazo, no fue fácil, pero pensé que había logrado al menos ganarme su cariño, pero luego entendí que no podía dar nada por sentado, comprendí que si no queria regresar a las calles, solo me quedaba una opción, atrapar al futuro rey Alpha, cualquiera diría que sería fácil salir embarazada de semejante hombre, claro que teniendo en cuenta lo loco que ese bastardo esta, lo genial seria salir viva luego de estar con él.
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Veo como mi madre tiembla a mi lado, el frio, aunque es mucho, no es el responsable de ello, el temblor en su cuerpo solo es la señal de la poca vida que le queda, el miedo y la incertidumbre crecen en mi interior ante la posibilidad de quedarme finalmente sola en el mundo.
— Mamá. — mi voz es chillona, y maldigo a mi cabello, ahora pajoso que se pega en mi cara y me dificulta el poder ver con claridad el rostro de quien fue la gran reina Estrella de reino Kael.
— Mi princesa… — susurra y su pecho sube con gran esfuerzo, tratando de llenar sus pulmones con un poco de aire. — Júrame que vivirás, júrame que no permitirás que nuestros secretos perezcan con nosotras. — su mano brilla y el miedo me invade, no podemos usar magia en tierra de lobos, en realidad ya no podemos usar magia en ningún lugar o nos enfrentaremos a una muerte segura.
— Mamá. — suplico mientras trato de tomar su mano, pero ella solo la deja sobre el charco de agua que la fuerte tormenta está formando a un lado nuestro.
— Ve tu futuro mi niña, lucha por tu vida, y nunca te des por vencida, nuestro legado queda en tus manos. — mis ojos se dirigen al charco de agua, el cual me muestra a un hombre de cabello blanco, su ropa es elegante, aunque la pena en su rostro es grande, me sobresalto al verme tomarle la mano y llamarlo padre.
— Esto… — veo con miedo a mi madre, pues yo no sería capaz de manchar la memoria del gran Firuis llamando padre a otro que no sea él.
— Se llama sobrevivir, Antara, no lo olvides y que no te de vergüenza lo que dabas hacer para prevalecer, la vida es una eterna batalla, si la ganas, morirás muy vieja en una cálida cama rodeada de tu descendencia, y no aquí, en un sucio callejón, tendrás un entierro memorable y hablaran de ti por miles de años.
— Mamá. — mi voz casi no sale, el llanto estrangula mi garganta y solo puedo tomar sus manos con fuerza, como que con ello pudiera evitar que su vida se termine.
— Te amo Antara, mi bella princesa.
Esa fueron sus últimas palabras, pero no mis ultimas lágrimas, llore, llore hasta que mis ojos se secaron y cuando pude hidratarme continue llorando, hasta varios días después, aunque para mí el tiempo se detuvo en su último suspiro.
— Aquí esta Duque White, esta humana ha perdido la razón, no permite que nadie se lleve el cuerpo de esa mujer, vea, se está pudriendo. — uno de los trabajadores del mercado me apunta con su sucio dedo, lo reconozco, es el esposo de la mujer que debes en cuando nos daba pan duro a mi madre y a mí.
— Duque, creo que la mujer era su madre, las vi antes merodear el mercado, tenga piedad Duque, es solo una niña. — sí, no estaba equivocada, la señora se asoma detrás de su esposo y es cuando veo la figura de un gran hombre aparecer, aunque el sol que da en su espalda me impide ver mucho más que su silueta.
— ¿Padre? — indago confundida, se parece a mi padre, Firuis era tan alto, como este hombre, aunque en el fondo sé que es imposible, mi padre a muerto, al igual que mi madre, y al fin se lo que es estar sola.
— No soy tu padre, mi nombre es Duque Elías White, y tú, ¿cómo te llamas? — el hombre acerca su rostro al mío y es cuando me doy cuenta de que es la misma persona que mi madre me mostro con su poder adivino.
— Yo…yo… — sobrevivir, prevalecer, soy la princesa de las brujas, no puedo darme por vencida. — ¿Puedes ser mi padre y darme un nombre? Yo ya no tengo a nadie. — el nudo crece nuevamente en mi garganta, el dolor llega a mi corazón y creo que no podre continuar hablando, porque ya no puedo ni respirar, de su respuesta depende mi existencia.
— Por ahora, puedo serlo, ven, vamos a casa Eleonor.
En el bosque las jóvenes reían ante lo sucedido, no podían creer que Trinidad fuese la compañera de los trillizos.— ¡Esto es aún más raro y especial que lo de tus padres Bella! — Estrella no cabía en sí, de pura felicidad, amaba a las jóvenes que ella consideraba primas, aunque solo compartiera lazo sanguíneos con Amanda y Bella, pero ahora Trinidad seria su cuñada, ya no debería esperar un año para ver a la joven humana.— Sí que lo es, aun me pregunto ¿Cómo se las arreglaran para reclamarte? — indago divertida la rubia y Trinidad enrojeció.— No puedo creer que pienses de esa forma, Bella. — rebatió escandalizada, haciendo que todas rieran.— ¿Nunca te sentiste atraída por mis hermanos? — indago curiosa Estrella, la joven soñaba con el d&iac
Trinidad veía el paisaje por la ventana del carruaje, notando que Bella había llegado antes que ella, pues había alterado el entorno del llano, haciendo crecer cientos de flores, todas blancas, menos las centrales, que eran rojas y que formaban una frase de felicidades a los trillizos por su mayoría de edad, entonces un suspiro salió de sus labios.— ¿Sucede algo mi princesa? — Máximo la veía con atención, como cada vez que la joven hacia algún gesto de agobio, decir que su padre era sobre protector era quedarse corto.— Nada padre. — se limitó a responder mostrando una pequeña sonrisa.— Por la diosa, solo dile a padre lo que te acompleja. — Lucio era el príncipe de los vampiros, sin lugar a duda, era la réplica de Máximo y al igual que Estrella solo se llevaba un par de meses de diferencia con su hermana may
El lobo gris siguió el aroma de su compañero, en ese momento no pensaba en su hija, en el reino que debía cuidar o en su familia, solo pensaba en Luis, y en cada palabra que había dicho, él solo queria cuidarlo, temía perderlo, o así sea verlo sufrir, el rostro perlado en sudor de Luis cuando comenzó con la labor de parto vino a su mente, pero entonces, reparo en algo que por miedo, había pasado por alto, Luis sonreía, a pesar del dolor, su compañero sonreía y todo era porque traería al mundo a su hija, la de ambos, él estaba feliz y luego, cada estúpida palabra mal expresada, el hilo de sus pensamientos dicho en voz alta, cada cosa que su brujo pudo malinterpretar o mejor dicho que él no supo explicar, todo era un gran malentendido que lo único que provoco fue que Luis dejara de sonreír, sus ojos tan hermosos estaban opacos y él solo lo dejo estar, por miedo, porque era así, temía no ser suficiente para el rubio, pues ante los ojos de Cameron, Luis era tan único, especial de la mejor
Todo marchaba bien, al menos para el emperador y su luna, pero para Cameron, las cosas eran muy diferentes, la primer noche no se percató del silencio de su compañero, creyendo que Luis estaba pensando en las responsabilidades que tendría como rey, aun sonaba raro en su cabeza, ellos serian rey y rey de Kael, aunque todos supieran que Luis ocupaba el lugar de reina, ¿le molestaba? No, solo sonaba raro y se lo hizo saber a su compañero.— ¿Crees que deberíamos pensar en alguna palabra en específico, para cuando algún ciudadano quiera hablar contigo o conmigo? — indago mientras se quitaba la ropa y se colocaba el pijama, observando como Luis trataba de darle el biberón a Bella.— ¿Qué? — definitivamente el brujo estaba distraído o eso pensaba el lobo.— Ya sabes, suena raro que nos llamen rey y rey. — repitió en voz alta lo que resonaba en su cabeza.— Ha. — corta respuesta pensó Cameron, pero observando que Bella se negaba a beber de su biberón, creo que estaba con un problema mayor q
Iris tomo al primogénito de los emperadores, sus ojos verdes eran tan hermosos como los de su señorita, su mejor amiga, y en su mente el juramento que haría cualquier cosa con tal de protegerlo se instaló, era una omega, pero por cuidar su vida, se sentía capaz de enfrentar al propio emperador Alpha, con pasos firmes ingreso en la recamara, había tenido especial cuidado en vestirlo, tomando uno de los trajes rojos que a Antara tanto le había gustado, Marko la esperaba al pie de la cama donde su amiga aún permanecía con los ojos cerrados y un leve movimiento de pecho era lo único que dejaba en claro que la reina de los brujos aún vivía.— Toma a tu primogénito, solo si juras no lastimarlo. — los ojos de la omega cambiaron de color y Marko se sorprendió. — Mi amiga estuvo dispuesta a dar la vida por él, no la defraudes, o no te dejare ir. &mda
Los ojos de Antara se habían cerrado, mientras el llanto de sus hijos se extendía por el palacio, como clamando por su madre.— ¡Por favor Antara, no me castigues de esta forma! — el grito desgarrador de Marko puso a temblar hasta el corazón del caballero más rudo que se encontraba fuera de la recamara, custodiando el futuro del imperio, los príncipes.— Dame esa daga. — Felicia arrebato la cuchilla de las manos temblorosas de Luis y corto su palma, al tiempo que Iris abría la boca de su cuñada inconsciente. — Vamos Antara, lucha, por la diosa, ¡regresa a nosotros! — la desesperación de la humana se mezclaba con las lágrimas de Iris, quien como siempre atenta a la que para ella seria siempre su señorita, acomodaba su cabello, como si fuese algo inaceptable el que alguien la vea en esas fachas a su querida amiga y cuñada.— Tú puedes Antara, has pasado, por tanto, que no puede solo dejarte ir ahora. — murmuro la omega en su oído.— Claro que ella puede, es la reina por sangre de los br
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