Estoy arreglándome en el baño, viendo con aprobación mi ropa; sí, un vestido negro de tirantes muy ajustado, que me llega a los muslos, y mis magnificas botas rojas que sobrepasan mis rodillas y que hacen juego con mi abrigo rojo. Sí, definitivamente, está aprobado; al menos ante mis ojos.
—¡Lina, te puedes apurar, siempre eres la última! —me grita Sole desde el otro lado de la habitación.
—Ya estoy, deja de apurarme —entono, acercándome a ella.
Llevaba un vestido verde-mar mostrando un hombro; muy ajustado también, y corto. A ella le quedan muy bien los colores verdes y azules, ya que es pelirroja; también lleva unos zapatos de tacón aguja de color plata y un abrigo verde agua.
—Hoy nos traemos un par de alemanes —enuncia, sonriendo.
—Mejor busco un turista como nosotras —replico, ante la mirada descarada de ella.
—¿Y eso por qué? —pregunta, aunque ya sabe el porqué.
—Porque son todos rubios —le respondo, empujándola a la puerta.
—Como digas. Vámonos.
Llegamos al bar del hotel y las