Capítulo 127-Lina

Tenía en frente de su rostro el hocico de un tiburón blanco, del cagazo que se pegó, y por instinto, se fue para atrás y abrió la boca, dejando escapar la boquilla del oxígeno; se la vuelve a colocar y luego me mira, y si las miradas mataran, la de él me hubiera matado unas tres veces, mínimo. Pero nadie me va a quitar la cara de horror que puso; estoy muriendo de risa por dentro. Sé que quiere decirme un montón de cosas, y ninguna buena, así que le señaló el teléfono para que escriba.

Él—: Puta madre, Lina, estás loca, quiero subir ahora, haz que nos suban.

Yo—: Te calmas y lo disfrutas.

Él—: ¿A ti te parece que me puedo calmar?

Cuando ve que estoy leyendo lo que me escribió, me señala al tiburón que tenía su boca prendida de la reja. Estoy cagada de las patas… Es mejor que haga esto rápido.

Yo—: ¿Te quieres casar conmigo?

Al leer mi mensaje me queda mirando por casi un minuto, como si no creyera lo que leyó.

Él—: ¿Bajamos hasta aquí para que me pidieras matrimonio?

Sí, lo sé, es una locura… Pero le muestro cómo hago las cosas.

Yo—: Algo así.

Él—: Lina, por favor, estoy cagadísimo de miedo, haz que nos suban.

Ja, ja… Yo también estoy cagadísima de miedo, sería bueno que diga que sí de una vez.

Yo—: Di que sí y haré que nos suban.

Alex me vuelve a clavar la mirada por casi un minuto más. Apúrateeeee, quiero subir ya, son dos los tiburones que están pegados a la jaula.

Él—: Ya te dije que el hombre debe pedirlo, sin contar con que ya te lo pedí, y de una forma más normal.

Yo—: Y yo te dije que una mujer tiene el mismo derecho a pedirle matrimonio a un hombre.

Él—: Lina, hay más tiburones, por Dios, salgamos de aquí.

Yo—: Solo di que sí, y nos vamos... Ya hay tres tiburones blancos :)

Veo como menea la cabeza en negación. Sí, no puede creer que estoy haciendo esto, y para ser sincera, yo tampoco lo puedo creer.

Él—: Cuando salgamos de aquí te voy a dar unas cuantas nalgadas.

Yo—: Si eso es un sí, con gusto quiero esas nalgadas.

Él—: ¿Por qué me tenías que pedir tú que me casara contigo?

Yo—: Si querías que fuera otra, lamento decepcionarte, soy la única que quedaba en la lista ;)

Él—: No quiero a otra, te quiero a ti, aunque estés un poco loca.

Yo—: ¿Eso es un sí?

Él—: Todo esto es por demostrar la igualdad de género, ¿verdad?

Yo—: Ponele... ¿Vas a decir que sí?

Él—: ¿Y cuándo yo te lo proponga como es debido, me vas a decir que sí?

Yo—: ¡¡Jamás!! ;)

Él—: Ya lo veremos...

En eso un tiburón arremete contra la jaula, haciendo que ambos nos exaltemos.

Yo—: Di que sí de una vez, así nos largamos de aquí.

Él—: Sí... Sí... Y las nalgadas que te van a esperar cuando subamos.

Yo—: Mira arriba.

Él lo hace, y ve como cae del techo de la jaula una pulsera de oro blanco en forma de eslabones, con una chapa adelante, la cual contiene una descripción.

Él—: ¿Le pertenezco a Lina?

Escribe después de leer la inscripción. Puedo notar en sus ojos que está sonriendo.

Yo—: Así es, me perteneces :*)

Él—: Desde el primer día.

Yo—: Te amo.

Él—: Te amo... ¿Podemos irnos? :´(

Asiento con la cabeza y aviso para que nos suban.

Una vez arriba, salimos sin parpadear de la jaula; los dos estábamos muy asustados. En cuanto nos sacaron el equipo, se abalanzó hacia mí y me abrazó, alzándome y besándome.

—Estás loca, ¿lo sabías? Y vas a volverme loco —Succiona mis labios—. Lina, casi se me sale el corazón ahí abajo, por eso... —dice, y me da un beso casto—, cuando lleguemos al hotel, voy a disfrutar de esas nalgadas.

—Yo también —Le sonrío, envolviendo su cuello con mis brazos.

—Te pertenezco, Lina —Besa mi frente—. Te amo.

Nos abrazamos y besamos, olvidándonos dónde estábamos, qué había alrededor nuestro, quiénes estaban con nosotros. Éramos solo los dos, y nada más existía. Nos separamos, él miro la pulsera ubicada en su mano derecha, y sonrió al leer la inscripción.

"Le pertenezco a Lina"

Paseamos en el barco viendo a los tiburones blancos saltar fuera del agua, como si fueran delfines, era muy impresionante ver el espectáculo que estaban dando; había varios de ellos, y algunos pasaban muy cerca de nosotros. Creo que nunca me voy a olvidar de esta experiencia, a pesar de que estaba muerta de miedo, me gustó mucho verlos tan cerca en su hábitat. Saqué unas fotos impresionantes, los demás no lo van a creer cuando las vean.

Después de un par de horas volvimos al hotel, nos duchamos, me dio las nalgadas que me prometió «y que bien merecidas me las tenía», e hicimos el amor.

Por la noche, nos encontrábamos en un restaurante, cenando.

—Todavía no puedo creer lo que hiciste.

—Yo tampoco; si te soy sincera, cuando estábamos yendo y visualizaba a los tiburones saltar, me estaba arrepintiendo de bajar. Estuve a nada de abortar mi plan, estaba muy asustada —declaro; ya no tiene sentido ocultarlo.

—¿Cómo se te ocurrió esto? 

—Tengo mucha imaginación —digo con sorna.

—De eso ya me di cuenta —farfulla—. ¿Quién te ayudó con esto? Porque estoy seguro de que no lo hiciste sola —curiosea.

—Se dice el pecado, pero no el pecador —Sorbo un poco de mi vino, pero no le saco la mirada de encima.

—Fue Erik, ¿verdad? 

—No te voy a decir nada.

Hago el gesto de un cierre imaginario en mi boca.

—Ya me voy a vengar de él —promete sonriendo—. Cuando me sacaste la venda y lo primero que vi fue esa enorme boca de tiburón, pensé que iba a comerme; casi me hago en los pantalones. No sabía que estábamos en una jaula, no me dejaste ver nada, sabía que nos habían bajado con algo, pero no que nos bajaban así; no te das una idea de lo impactante que fue eso, casi me agarra un paro cardíaco, y me tomó varios minutos caer en la cuenta de dónde nos encontrábamos —Suspira y bebe de su copa—. Estás loca, ángel, y creo que yo estoy más loco que tú.

—¿Y eso por qué?

—Porque estoy perdidamente enamorado de ti, cada día estoy más enamorado... —     Menea la cabeza—. Estoy perdidamente enamorado de una loca de atar.

Me muestra esa hermosa sonrisa, la cual amo.

—Ya somos dos los enamorados de unos locos de atar.

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