Capítulo 8

El hombre se viene hacia mí con la mano en la nariz, diciendo no sé qué, en alemán; seguro nada lindo, porque se ve muy enojado. En eso un brazo encierra mi cintura y me tira hacia atrás, observa que un hombre se pone delante de mí; su espalda era robusta, pero no exagerada, y se veía bastante bien desde el lugar donde yo me encontraba. Supongo que otro alemán, ya que le gritaba en ese idioma al que me había agarrado; Entonces, este empezó a retroceder y se fue del lugar, escoltado por uno de seguridad que se había acercado al ver el disturbio. El hombre que me defendió se encuentra dándome la espalda y puedo decir que tiene un buen porte, por supuesto que seguía babeándome con su espalda; repito: se ve muy bien, al menos de atrás y... Inclino un poco la cabeza, para ver mejor su atributo trasero «su culito habla por sí solo». En un segundo se voltea a mirarme y me incorpora rápidamente, para que no se dé cuenta que le estaba mirando el culo; creo que no vio «espero que no me allá visto»; subo la mirada y... ¡¡Por los anillos de los gemelos fantásticos!! Es "ojitos de hotel". Me mira fijamente a los ojos, otra vez estaba haciendo con la mirada eso que me causa calor interno, y sonríe de costado. Creo que se dio cuenta de que le estaba mirando el culo, pero voy a hacer como si eso nunca ocurrió. No sé cuánto pasó exactamente mientras estuvimos mirándonos a los ojos; pero luego, baja la mirada hacia mi mano y, al notar mis nudillos hinchados y rojos, la sonrisa se le borra de la cara. Tensa la mandíbula, me toma del codo con cuidado y nos dirige hacia la barra; Fue tan sorpresivo que no me dio tiempo ni a chistar, y creo que tampoco lo haría. Al sentir su mano tibia en mí, me hizo desear que usara la otra también, pero de manera más osada. ¿Qué me pasa? No puedo pensar así de alguien que vi tres veces y ni siquiera crucé palabra, sin olvidar que es un estúpido arrogante, mal aprendido, que no sabe disculparse, y que de seguro debe llevar a su cama una mujer distinta cada noche.

Llegamos a la barra y me sienta en un taburete. ¿Acaso se cree que no sé dónde apoyar el culo? No necesito que me sienta; idiota. Le hace señas al camarero y, por lo que pude entender, le pidió hielo. Hubiera preferido el tequila.

—¿Te duele? —se interesa, señalando con la barbilla mi mano.

Habla español; él muy idiota habla castellano y me tomó por estúpida, haciéndome creer que no lo hacía, haciéndome creer que no entendía. La rabia me está subiendo por la columna.

—¿No era que no hablaras español? —apostillo, frunciendo la boca con enfado.

—Yo nunca dije que no hablaba español —responde, destilando su aroma arrogante.

—Tampoco dijiste lo contrario —espeto.

Él me observa por un instante, elevando una de sus hermosas y masculinas cejas doradas. Basta Lina, es un idiota pedante, no le veas sus partes lindas, no lo elogios.

—Tú supusiste que no lo hacía —señala con supremacía.

—Y tú dejaste que lo supusiera —replico, imitando su tono. Se limita a mostrar su sonrisa de costado.

—Dame tu mano —ordena, en cuanto el camarero le dejó una cubitera con hielo sobre la barra.

—No es necesario, estoy bien —me negué. Me niego rotundamente a que me toque de nuevo.

—No, no estás bien; tienes la mano hinchada y, por lo que puedo ver, sé que te duele también —articula con seguridad, sonriendo divertido, levantando ambos lados de las comisuras de su boca. Por todos los angelitos culones, qué linda sonrisa. Basta, basta. Es un maldito idiota narcisista.

—Gracias, pero no hace falta; no duele tanto, y no esta tan hinchada —sigo negándome, no quiero que me toque. Lloriqueo mentalmente.

— ¿Siempre eres así de testaruda? —Ahora cree conocerme—. Dame tu mano y no discutas —exige, estirándose para agarrarla, la cual toma sin permiso.

¿Acaso quiere que lo golpee a él también? Dios bendito, el calor de sus manos otra vez sobre mi piel. ¿Qué te pasa, Lina? Podrías calmarte un poco. Hace un segundo te amenazó en golpearlo. Me doy una patada mental y hablo.

— ¿Siempre eres así de mandon? —refuto, devolviéndole su pregunta irónica.

Él se limita a sonreír, mientras apoya el hielo en mis nudillos.

Qué linda sensación, el calor de su mano y el frío del hielo, todo al mismo tiempo en mi piel. Hoy voy a salir muy golpeado mentalmente.

—Tienes una buena derecha —exclama; Yo solo lo miro, no tengo que fraternizar con él. Suficiente tengo con aguantar su tacto, que bastante difícil se me está haciendo—. ¿No vas a hablarme? —cuestiona al ver que no le respondo.

—No necesitaba que llegara el caballero de armadura blanca, para que me salvara del hombre malo como si fuera una doncella inocente en problemas —demando. Si quiere que le hable, lo voy a hacer a mi manera.

—Lo sé, lo vi. Pero siempre es bueno que la doncella inocente en peligro vea que su caballero de armadura blanca llega, para salvarla del hombre malo —enfatiza mirándome a los ojos con su media sonrisa.

—¿Por qué dejaste que hablara sola en el hotel, y que pensara que no entendías lo que decía?

—Porque...—Mira un segundo para arriba, como si pensara lo que va a responder, luego baja la mirada y vuelve a clavar sus ojos en los míos—. No sabía qué querías que te dijera, o respondiera —contesta con voz ronca.

—Fingiste que no entendías lo que te hablaba —lo acuso, entrecerrando los ojos.

—Yo no finjo —se defiende, clavando sus pupilas en las mías, y yo quedo sin aliento. Es imposible que un hombre tenga ese poder, y menos sobre mí.

—Me tengo que ir —mascullo, mientras retiro bruscamente mi mano de la de él, ya que hacía rato había dejado de pasarme el hielo y solo la sostenía.

Me levanto para irme, no quiero seguir más tiempo bajo su intensa mirada; me estaba sintiendo sofocada y mi boca estaba secándose cada vez más.

—¿Puedes decirme tu nombre? —pregunta, volviendo a tomar mi mano.

—No —respondo estoica.

Me suelto para empezar a caminar, entonces escucho a mi queridísima amiga y aprieto los dientes.

—Lina, ¿dónde estabas? —nunca insulté tanto por dentro a Sole como en este momento; observo a "ojitos de hotel" y estaba sonriéndome, satisfecho por enterarse cuál es mi nombre. ¡Grrr!

—Gracias —le agradece a Sole.

Cuando ella se percata que él estaba ahí, se quedó mirándolo con asombro y la boca abierta.

—Cierra la boca —azuzo, levantándole la mandíbula con una mano.

—De... ¿De nada? —tartamudea, sin entender por qué le agradecía.

—Vamos.

El tomo fuerte del brazo y la insto a caminar hacia nuestra mesa, sin siquiera dedicarle una mirada más al pedante alemán. Regreso con los nudillos dañados, un profundo calor interno, y sin mi tequila. Esta noche no podría ser mejor.

—Ese era el adonis del aeropuerto, ¿verdad? —me interroga con los ojos grandes, al momento que llegamos a la mesa.

—Sí, era él; y te agradecería que en un futuro cercano trates de no decir mi nombre cuando me busques —manifiesto, molesta por lo sucedido. No puedo evitarlo, aunque ni siquiera sé bien por qué me siento tan molesta.

—Y cómo se supone que te llame... ¿Pandereta? —apostilla con gracia.

—Muy chistosa... No me llames, mejor —sentencia.

—El chico sexy a las diez en punto. Está viniendo para acá —murmura, acomodándose nervioso y divertido en su asiento. Como si supiera la dirección de las diez.

—Que disfrutes la noche, Lina —habla, enfatizando mi nombre con su mirada de suficiencia.

Se da la vuelta y se va; Así, sin más. Solo lo hizo para asegurarme que sabe cómo me llamo, estoy segura de eso. Y ya estoy odiando esa sonrisa provoca-dora que se dibujó en ese rostro dorado que tiene; su blanca dentadura, sus ojos. Ya estás divagando de nueva Lina. Otra patada mental; A este paso, voy a terminar en coma.

—Te tendría que haber hecho caso e ir a Brasil —suelto, con el ceño fruncido.

—Estás loca, me encanta este país; este boliche, el hotel, tus caminatas. —Es una mentirosa.

—No te gusta caminar.

—Bueno, no; pero me puedo acostumbrar... ¿Y sabes lo que más me gusta? —me pregunto sonriendo.

—¿Qué? —no sé para qué le pregunto; Sé perfectamente que va a salir con alguna idea estúpida, de las que son típicas de ella.

—Que ese rubio sexy, con carita de ángel y sonrisa maliciosa —vaya, le sacó una radiografía también; parece que lo está promocionando para un comercial de detergente—, te hace alterar las hormonas —dicho esto se empezó a reír como una hiena. Confirmadísimo, salió con sus típicas ideas locas y yo fui su blanco. Vaya amiga que pegué.

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