Capítulo 123-Lina

Una vez que se fueron todos, y que Aye se durmió, fuimos a la ducha; preparó la bañera, buscó nuestras ropas conforme yo estaba sentada en la cama. No pude hacer más que verlo moverse con esa seguridad que desprende en cada paso, y embelesarme con su presencia.

—Otra vez daría todo lo que tengo para saber en qué piensas — interrumpe mis pensamientos con esa media sonrisa maliciosa; sabe que lo veía, pero quiere que se lo diga.

—Solo estaba apreciando la vista —digo, señalándolo con el dedo índice de arriba abajo.

—Podríamos apreciarla juntos —Se lanza con cuidado sobre mí, haciendo que caiga de espaldas sobre el colchón.

—Podríamos hacer muchas cosas juntos —entono riendo, con voz provocadora.

—Qué tentador —ronronea en mi cuello, lo besa y comienza a bajar, levanta mi camiseta y besa con suavidad cada una de mis heridas.

—Van a quedarme cicatrices horrendas —refunfuño al darme cuenta de lo que hace.

—¿Te cuento un secreto? —dice levantándose, poniendo su rostro a centímetros del mío.

—¿Cuál? 

—Te ves increíblemente sexy con esas marcas —Besa la comisura de mi boca con suavidad.

—No mientas.

—No miento, hablo de verdad; esas cicatrices son más tú, es tu rudeza sobre tu delicada piel. Ese contraste me excita, es como el contraste que me atrajo a ti y después terminó enamorándome. Tus ojos de ángel y tu sonrisa de diablo; esa sonrisa maliciosa que me eriza la piel, y esos ojos inocentes que por segundos suspenden mi corazón... ese contraste tuyo es de lo que me enamoré, y te juro que esas cicatrices —Se acerca a mi oído—, hacen que se me ponga dura —susurra, y empiezo a reír sin parar.

—Venías bien, muy romántico... y te mandaste flor de perla.

—Ya sabes que puedo ser un pervertido también —Muerde mi cuello.

—Y es lo que me enamoró de ti; tu lado pervertido y tu lado de señor inglés —Ahora fue su turno de carcajearse.

—¿Señor inglés? Soy mitad alemán y mitad argentino; no creo que tenga nada de un señor inglés.

—Es verdad; tienes la frialdad de un alemán y la calidez de un argentino, la posesividad de un alemán y lo terrenal de un argentino —Lo miro y le sonrío—... puedo seguir así por unos cuantos días, si quieres.

—Mejor, dime que me amas, y después me encargo de mostrarte todas mis partes alemanas y argentinas —sugiere, regalándome esa sonrisa seductora y prometedora que lo caracteriza.

—Te amo.

—Te amo —repite.

Se funde en mis labios con rudeza, mostrándome su lado alemán, y después lo hace más intenso, mostrándome su lado argentino.

Ya pasaron varios días desde que volví a casa, ya no me duelen las heridas y casi ni se ven; hay algunas todavía en mi abdomen, y la que rodea mi ombligo sé que va a estar de por vida allí, o al menos por un largo tiempo.

Estoy arreglando con Sole una sorpresa para Alex, quizás no le guste mucho por su lado posesivo y machista, pero tengo que hacerlo; quiero hacerlo. Cuando me secuestraron supe que todos tenemos fecha de caducidad. Me di cuenta que hoy puedo estar viva y mañana quizás no, que tengo que vivir la vida, mientras tenga la oportunidad, hacer las cosas sin pensarlas mucho, y disfrutarlas al máximo. Quizás me equivoque, quizás me vaya bien, pero no importa eso, o cómo termine, solo importa el proceso que tome hasta llegar; y si me va mal, siempre lo puedo resarcir, de eso se trata, ¿no? De aprender de nuestros errores y arreglarlos, así es todo más divertido.

—¿Estás segura de esto? —me pregunta Sole trayéndome de vuelta a la realidad.

—Segurísima; es loco lo sé, pero quiero hacerlo, es algo que siento, y no voy a retractarme.

—Estás loca; te vas a ir lejos, y ya viene mi casamiento.

—Ay, Sole, me voy solo por unos días; además, para tu boda falta, y por eso mismo quiero hacer esto antes. Quiero que esto sea algo íntimo, algo de verdad, y esta es la mejor manera; después volvemos y arreglamos todo lo de tu casamiento, y luego, mucho más adelante, quizás te pida que seas mi dama de honor —le digo, dedicándole una gran sonrisa.

—Más te vale que así sea, es de la única forma que voy a apoyarte en esta locura; todavía no puedo creer que los chicos se prendieron en esto—Niega con la cabeza—. No puedo creer que sean unos malditos lunáticos, y te den tela para esta locura.

—Saben lo que les conviene —Le guiño un ojo y me abraza—. ¿Vas a cuidar de Aye?

—Obvio que sí, eso ni lo tienes que preguntar; va a estar todo bien.

—Creo que esto nos va a servir a ambos, y que mejor aprovechar que Dany ya no está, ahora puedo relajarme de verdad y no temer en que aparezca y le haga algún daño.

Una lágrima cae por mi mejilla sin aviso previo.

—No llores, ya todo terminó, nada malo puede pasar ahora.

Por un instante temí que todo fuera un sueño, que en cualquier momento iba a despertar y a encontrarme otra vez en ese cuarto, siendo torturada por aquel hijo de puta.

A pesar de que ya pasaron varias semanas de esa situación, todavía despierto exaltada y asustada; las primeras noches, Alex se dormía medio sentando, apoyado contra la cabecera de la cama y conmigo encima, mi cabeza en su pecho y sus brazos rodeándome y meciéndome, conteniéndome hasta que volvía a dormir. No era justo para él, sé que no, no descansaba como era debido y me llenaba de culpa, todavía lo hago; era peor cuando veía sus ojeras. Ahora por suerte duermo un poco más, o hay noches intermedias que no me despierto y logramos dormir de un jalón.

Este hombre se merece una medalla a la paciencia, un trofeo a la comprensión y una nueva vida, por ocupar la suya con la mía, con mis problemas, por hacerse cargo de un hijo ajeno. Es un gran hombre, y un gran padre, el modo como se comporta con Aye me dice mucho de él y sus ojos brillan cuando ella lo llama "papá"; nunca pensé que algo así podría pasar en mi vida, algo tan bueno como Alex. A veces pienso que no lo merezco, que soy muy poco para él, que solo lo lleno de problemas; no sé a quién le caí bien para que me pusiera a este hombre enfrente, pero sé que le debo todo, por haber hecho esto, por haberme salvado de esta manera, haciéndome llevarlo por delante ese día, en el aeropuerto de Alemania.

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